Lunes 17 de Junio del 2013
Primera lectura
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6,1-10):
Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de
Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de
salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable,
ahora es día de salvación. Para no poner en ridículo nuestro ministerio,
nunca damos a nadie motivo de escándalo; al contrario, continuamente
damos prueba de que somos ministros de Dios con lo mucho que pasamos:
luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches
sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y
amabilidad, con dones del Espíritu y amor sincero, llevando la palabra
de la verdad y la fuerza de Dios. Con la derecha y con la izquierda
empuñamos las armas de la justicia, a través de honra y afrenta, de mala
y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los
desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos,
los penados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los
pobretones que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 97,1.2-3ab.3cd-4
R/. El Señor da a conocer su victoria
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,38-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo:
"Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis
frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla
derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte
la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una
milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado,
no lo rehuyas.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Lunes 17 de Junio del 2013
Fernando Torres Pérez cmf
Seguro que a muchos, cuando escuchan o leen este Evangelio lo
primero que se les ocurre es pensar aquello de que “hay que ser buenos
pero no tontos” o “hay que ser hermanos pero no primos”. Es que nos
encanta medir nuestra entrega. Todo es “hasta cierto punto”. Más allá
nos parece que no nos lo pueden ni deben exigir.
Pero todos esos cálculos se quiebran cuando nos enfrentamos con
el Evangelio. Con su radicalizad habitual, Jesús nos pide ir más allá de
todo límite, más allá de lo razonable. Por una sencilla razón: porque
el amor pide la entrega total. Y porque el primero que nos ama así es
Dios que nos ha regalado la vida cuando no éramos nada. Y nos ha dado la
posibilidad enorme de ser libres y de vivir el amor y la fraternidad.
Ante tanto don, ante tanta gratuidad, ante tanto amor, ¿podemos
plantearnos esa suerte de tacañería que recubre a veces nuestra vida,
nuestras actitudes, nuestras relaciones?
Lo nuestro es experimentar vivamente ese amor gratuitamente
regalado por Dios a cada uno de nosotros y compartirlo sin límites, sin
medidas, sin fronteras, sin colores, sin lenguas.
Vivimos tiempos de crisis económica en muchos países. ¿Nos hemos
fijado en cómo en estos tiempos rebrotan los nacionalismos? Mucha gente
empieza a mirar a los otros (a los inmigrantes, a los que hablan otra
lengua, a los que son de otra raza...) como una amenaza. Hay que
compartir pero primero con los cercanos, con los familiares, con los de
nuestro círculo. Y cortamos el grifo ante los “otros”, los que están más
necesitados pero son de lejos o, simplemente, no son de los nuestros. Y
terminamos poniendo límites a nuestra capacidad de compartir.
Exactamente lo contrario de lo que nos pide el Evangelio.
Como dice Pablo, no echemos en saco roto la gracia de Dios. Sin
medida vamos a compartir lo que Dios nos ha regalado, con paciencia y
amabilidad, con amor sincero, empuñando las armas de la justicia. Porque
ese amor regalado se tiene que traducir en mesa de fraternidad, en pan
para todos, en justicia, en igualdad, en respeto y comprensión mutua. El
amor regalado por Dios se traduce sobre todo en vida de familia, en
reino.
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