Viernes 21 de Junio del 2013
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,18.21b-30):
Son tantos los que presumen de títulos humanos, que también yo voy a
presumir. Pues, si otros se dan importancia, hablo disparatando, voy a
dármela yo también. ¿Que son hebreos?, también yo; ¿que son linaje de
Israel?, también yo; ¿que son descendientes de Abrahán?, también yo;
¿que si ven a Cristo?, voy a decir un disparate: mucho más yo. Les gano
en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas y en peligros de
muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los
cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han
apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el
agua. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de
bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre gentiles, peligros
en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros con
los falsos hermanos. Muerto de cansancio, sin dormir muchas noches, con
hambre y sed, a menudo en ayunas, con frío y sin ropa. Y, aparte todo lo
demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias.
¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿quién cae sin que a mí me dé
fiebre? Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7
R/. El Señor libra a los justos de sus angustias
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,19-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en
la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones
abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay
polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y
roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del
cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si
tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única
luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Viernes 21 de Junio del 2013
Fernando Torres Pérez cmf
El Evangelio de este día me recuerda casi siempre una historia
que escuché hace muchos años. Es la de aquellos dos chinos que están
enfrente de una montaña de arroz ya cocinado. El aroma es excelente. Y
los dos tienen hambre. Pero para comer, para meterse el arroz que tanto
desean en la boca sólo disponen de unos enormes palillos. Son tan largos
que cada vez que lo intentan, fracasan estrepitosamente. Son más largos
que sus brazos. Así pasa el tiempo. El hambre arrecia y el arroz sigue
allí como una promesa inalcanzable. Hasta que uno de ellos tiene una
idea. Deja de pensar en sí mismo y en su hambre. Ante la sorpresa del
otro, esta vez no intenta llevarse el bocado de arroz a su propia boca
sino que con sus largos palillos lleva el bocado –tan apetitoso y
deseado– a la boca del otro. Y alcanza su objetivo. El otro comprende
rápidamente la lección. Hace lo mismo. El final es ya sabido. A través
de la colaboración los consiguieron su objetivo: calmar su hambre con
aquella montaña de apetitoso arroz. A través de la colaboración y de
pensar en las necesidades del otro antes que en las suyas propias.
Digo que me acuerdo de esta historia porque veo que hay mucha
gente que sigue pensando sólo en sus propios intereses, en su propia
seguridad, en tener como medio para sentirse mejor. Y claro, para
proteger lo propio, hacen falta cerraduras, candados, guardas, perros...
Algo así como la casa del señor Burns en la serie de Los Simpsons.
Enorme y llena de riquezas, pero llena también de muerte. Nada que ver
con la casa de Homer y Margie Simpson, llena de problemas pero llena
también de vida.
Más allá de los ejemplos, el Evangelio nos dice algo que es
obvio. Guardar y conservar no sirve para nada. Y menos poner el corazón
en las cosas que se guardan. Al final la felicidad y la seguridad se
encuentra mucho más en la relación con las demás personas, en el
descubrimiento gozoso de que somos hermanos y hermanas y no amenazas
unos para otros, que en las altas vallas, electrificadas y llenas de
cámaras de televisión, que encierran edificios que no tienen nada que
ver con un hogar.
Donde esté nuestro tesoro estará siempre nuestro corazón. Eso es
inevitable. Por eso, donde tenemos que afinar bien es en lo que creemos
que es realmente nuestro tesoro. Para no equivocarnos. Porque nos
jugamos mucho en acertar con el verdadero tesoro.
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