Querido amigo/a:
Hoy la Iglesia nos invita a recordar a todos nuestros seres queridos que fallecieron. En muchos lugares del mundo permanece la bella tradición de ir a los cementerios a limpiar y embellecer las tumbas o nichos donde reposan sus restos. Es un gesto cariñoso de recuerdo; no olvidamos a nuestros seres queridos, siguen presentes en la memoria de nuestro corazón. Lo más importante de esta conmemoración y el verdadero sentido de este día es que reafirmamos nuestra fe en la resurrección. Los que nos han precedido viven en la eternidad y rezamos para que los que murieron y todavía no han alcanzado esta meta, lleguen a la plenitud de la vida junto a Dios. Rezamos por todos los difuntos, no solo por los nuestros.
Un día como hoy también se nos invita a reflexionar sobre nuestro caminar en la vida, a realizar un examen positivo y esperanzador, nunca trágico, en el que recordamos que un día también nosotros seremos llamados al encuentro con el Señor, que nuestra vida en este mundo no es eterna y que un día moriremos. Cuando llegue ese momento, que sólo Dios conoce, tendremos que abrir nuestras manos y mostrar nuestra ofrenda de amor a nuestro creador; parafraseando a san Juan de la Cruz, …en el atardecer de la vida, se nos examinará del amor.Reflexionar sobre este momento, que llegará más tarde o más temprano, no consiste en atemorizarse, sino más bien en ser conscientes de que forma parte de nuestra condición humana y, lo más importante, que no podemos desperdiciar nuestra vida, sino que tenemos que vivirla al máximo, disfrutando, amando y dándola para que sea lo más productiva posible. Cada día es un regalo que se nos da, por eso no podemos perder el tiempo ni malgastar nuestra vida, sino vivirla con sentido, desde la fe, para que sea una vida, no perfecta –pues ninguno lo somos-, pero sí lo más fértil y fructífera posible, para eso hemos nacido y venido a este mundo, para darle vida, darle la vida que nos ha sido regalada por el Creador.
Oramos y recordamos cariñosamente a todos nuestros difuntos; y nos recordamos a nosotros mismos que también un día moriremos con la esperanza de resucitar. Esperanza que nos empuja a seguir dándolo todo, cada uno en la misión que Dios le ha encomendado. No malgastemos el tiempo, sino que disfrutemos y hagamos bien nuestro trabajo, como nos dice hoy el Señor, sin miedo: …que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí.
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
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