231 Cuando pienso en que Dios se une a mí por medio de los votos o más
bien yo a Él, nadie puede comprender lo que experimenta mi corazón. Ya ahora Dios me da a conocer toda la
inmensidad de Su amor con el que me ha amado ya antes de los siglos, mientras
yo he comenzado a amarlo solamente en el tiempo. Su amor es grandísimo, puro y desinteresado y
mi amor hacia Él es para conocerlo.
Cuanto más lo conozco, tanto (107) más ardiente y fuertemente lo amo y
mis acciones son más perfectas. Sin
embargo cuando pienso que dentro de pocos días voy a hacerme una sola cosa con
el Señor por medio del voto perpetuo, un gozo tan inconcebible inunda mi alma
que no logro describirlo en absoluto.
Desde la primera vez que conocí al Señor, la mirada de mi alma se ha
hundido en Él por la eternidad. Cada vez
que el Señor se acerca a mí, y se produce en mí un conocimiento más profundo,
crece en mi alma un amor más perfecto.
232 + Antes de la confesión oí en el alma estas
palabras: Hija Mía, dile todo y descubre tu alma delante de él como lo haces
delante de Mi. No tengas miedo de nada;
para tu tranquilidad pongo a ese sacerdote entre Yo y tu alma, y las palabras
que te contestará son Mías. Descubre
delante de él las cosas más secretas que tienes en el alma. Yo le daré luz para que conozca tu alma.
233
Al acercarme a la rejilla
sentí en el alma una facilidad tan grande para hablar de todo, que más tarde yo
misma me extrañaba. Sus respuestas
dieron a mi alma una tranquilidad muy profunda.
Sus palabras fueron, son y quedaran para siempre unas columnas de fuego
que iluminaron y seguirán iluminando mi alma en su aspiración a la máxima santidad.
Las indicaciones que recibí del Padre Andrasz, las tengo apuntadas
en otra pagina de este cuaderno [114].
234
Terminada la confesión, mi
espíritu se sumergió en Dios y permanecí orando durante tres horas, y me
parecieron unos pocos minutos. Desde
entonces no pongo obstáculos a la gracia que obra en mi alma. Jesús sabía por qué yo tenía miedo de tratar
con Él [115], y no se ofendía en absoluto.
Desde el momento en que el Padre me aseguró que no se trataba de
ningunas ilusiones, sino de la gracia de Dios, trato de ser fiel a Dios en
todo. Ahora veo que son pocos los
sacerdotes que comprenden toda la profundidad de la acción de Dios en el
alma. Desde aquel momento tengo las alas
desatadas para el vuelo (108) y deseo volar hacia el ardor mismo del sol. Mi vuelo no se detendrá hasta que no descanse
en Él por la eternidad. Si volamos muy
alto, toda la oscuridad, la niebla y las nubes las tenemos debajo de los pies y
toda la parte sensitiva de nuestro ser tiene que someterse al espíritu.
235
Oh Jesús, deseo la
salvación de las almas, almas inmortales.
En el sacrificio desahogaré mi corazón, en el sacrificio que ni siquiera
alguien sospecha; me anonadaré y quemaré inadvertidamente en el sagrado fuego
del amor de Dios. La presencia de Dios
es la ayuda para que mi sacrificio sea perfecto y puro.
236
Oh, qué equivocas son las
apariencias y los juicios injustos. Oh,
cuántas veces la virtud sufre la opresión sólo porque es silenciosa. Convivir sinceramente con quienes molestan
continuamente, eso requiere un gran espíritu de sacrificio. Uno siente que sangra, pero las heridas no se
ven. Oh Jesús, cuántas cosas nos
revelará solamente el último día. ¡Que
alegría! De nuestros esfuerzos no se
pierde nada.
237 La Hora Santa. En esta hora de adoración conocí todo el
abismo de mi miseria. Todo lo que hay de
bueno en mi, es Tuyo, Señor, pero como soy tan miserable y pequeña, tengo el
derecho de contar con Tu infinita misericordia.
238
El anochecer, Jesús, mañana
por la mañana he de pronunciar los votos perpetuos [116]. Pedí a todo el cielo y la tierra, y todo lo
que existe llamé a agradecer a Dios por esta gran e inconcebible gracia. De repente oí estas palabras: Hija
Mía, tu corazón es el cielo para Mí. Todavía
un momento de oración y después hay que salir corriendo ya que nos echan de
todas partes, porque arreglan todo para mañana; la capilla, el refectorio, la
sala, y la cocina, y nosotras debemos acostarnos (109). Pero de dormir ni hablar. La alegría quitó el sueño. Pensaba ¿qué habrá en el cielo si ya aquí, en
este destierro, Dios colma mi alma de tal modo?
239
La oración durante la Santa
Misa en el día de los votos perpetuos.
Hoy dejo mi corazón en la patena donde esta colocado Tu Corazón, Jesús,
y hoy me ofrezco junto a Ti, a Dios, Padre Tuyo y mío, como victima de amor y
de adoración. Padre de misericordia,
mira la ofrenda de mi corazón, pero a través de la herida del Corazón de Jesús.
1933 año V. 1 día.
La unión con Jesús en el día de los votos perpetuos. Oh Jesús, Tu Corazón desde hoy es mi
propiedad y mi corazón es Tu propiedad exclusiva. El simple recuerdo de Tu Nombre, Jesús, es
una delicia para mi corazón. De verdad,
no podría vivir ni un instante sin Ti, oh Jesús. Hoy mi alma esta anegada en Ti, como en su
único tesoro, Mi amor no conoce impedimentos en dar pruebas a su Dilecto.
Las palabras del Señor Jesús durante los votos perpetuos: Esposa
Mía, nuestros corazones están unidos por la eternidad. Recuerda a quien [te] has consagrado… no
es posible referir todo.
Mi petición [hecha] en el momento cuando me postré en cruz bajo el
paño fúnebre [117]. Rogué al Señor que
me concediera la gracia de no ofenderle nunca, con ningún pecado, ni el más
pequeño, ni tampoco con una imperfección, voluntaria y conscientemente.
Jesús, en Ti confío, Jesús, Te amo con todo el corazón.
En los momentos más difíciles Tú eres mi Madre.
Por amor hacia Ti, oh Jesús, yo muero hoy completamente para mi
misma y empiezo a vivir para la mayor gloria de Tu santo Nombre.
(110)
+ El amor.
Por amor, oh Santísima Trinidad, me ofrezco a Ti como victima de
adoración, como holocausto de mi total anonadamiento y con este anonadamiento
de mi misma, deseo la exaltación de tu Nombre, oh Señor. Como un pequeñito pimpollo de rosa me arrojo
a Tus pies, oh Señor; que el perfume de esta flor sea conocido solamente por
Ti.
240 Tres peticiones en el día
de los votos perpetuos, Jesús, yo sé que en el día de hoy no me negaras nada.
Primera petición. Oh Jesús,
mi amadísimo Esposo, Te ruego por el triunfo de la Iglesia, sobre todo en Rusia
y en España, por la bendición para el Santo Padre Pío XI y todo el clero, por
la gracia de conversión para los pecadores empedernidos; Te pido, oh Jesús, una
bendición especial y luz para los sacerdotes ante los cuales me confesaré
durante toda mi vida.
Segunda petición. Por una
bendición para nuestra Congregación, por gran fervor en la Congregación. Bendice, oh Jesús, a la Madre General y a la
Madre Maestra, y a todo el noviciado, y a todas las Superioras, a mis
queridísimos padres; concede, oh Jesús, Tu gracia a nuestras alumnas,
fortalécelas firmemente con Tu gracia para que las que dejan nuestras casas, no
Te ofendan más con ningún pecado. Oh
Jesús, Te ruego por la patria, defiéndela de los ataque de los enemigos.
Tercera petición. Oh Jesús,
Te ruego por las almas que más necesitan la oración. Te ruego por los agonizantes, sé
misericordioso con ellos. Te ruego
también, oh Jesús, por la liberación de todas las almas del purgatorio.
Oh, Jesús, Te recomiendo las personas siguientes: mis confesores, las personas recomendadas a
mis plegarias, cierta persona…., el Padre Andrasz, el Padre Czaputa y aquel
sacerdote que conocí en Vilna [118], que ha de ser mi confesor, cierta
alma…(111) y cierto sacerdote, cierto religioso a quien – Tú lo sabes, Jesús –
debo muchísimo, y todas las personas que son recomendadas a mi plegaria. Oh Jesús, en este día Tú puedes hacer todo
para aquellos por los cuales Te ruego.
Para mí Te ruego, Señor, transfórmame completamente en Ti, mantenme
siempre en el santo fervor para Tu gloria, dame la gracia y la fuerza del
espíritu para cumplir en todo Tu santa voluntad. Te agradezco, oh mi amadísimo Esposo, por la
dignidad que me has ofrecido y especialmente por las insignias reales que desde
hoy me adornan, y que ni siquiera los Ángeles tienen, que son; la cruz, la
espada y la corona de espinas. Pero
sobre todo, oh Jesús mío, Te agradezco por Tu Corazón. Él me basta por todo.
Oh Madre de Dios, Santísima María, Madre mía, Tú ahora eres mi Madre
de modo más particular y esto porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos
somos Tus hijos. Por consideración a Tu
Hijo, debes amarme, Oh María, Madre mía amadísima, dirige mi vida interior de
modo que sea agradable a Tu Hijo.
+ Oh Santo, Omnipotente Dios en este momento de la enorme gracia con
la cual me unes a Ti para siempre, yo, pequeña nulidad, me arrojo a Tus pies
con el mayor agradecimiento, como una pequeña, desconocida florcita y la
fragancia de esta flor de amor subirá todos los días a Tu trono.
En los momentos de la lucha y los sufrimientos, de las tinieblas y
las tempestades, de la añoranza y la tristeza, en los momentos de las pruebas
difíciles, en los momentos en los cuales no seré comprendida por ninguna
criatura y más bien seré condenada y despreciada por todos, recordaré el día de
los votos perpetuos, el día de una inconcebible gracia de Dios.
(112)
No hay comentarios:
Publicar un comentario