271 Cuando el Rev. Sopocko fue a la Tierra Santa, confesaba a la
Comunidad el Padre jesuita, Dabrowski [127].
Durante una confesión me preguntó si estaba consciente de la vida
superior que había en mi alma y que era de un grado sumamente alto. Contesté que estaba consciente de ello y de
lo que sucedía en mi interior. A esto el
Padre me contestó: No le está permitido,
hermana, destruirlo en su alma ni [puede] modificar nada por sí misma. No en todas las almas es evidente esta gran
felicidad de la vida superior, en usted, hermana, es visible, porque es de un
grado altísimo. Tenga cuidado, hermana,
de no malgastar estas grandísimas gracias de Dios, grande por su [la frase
interrumpida].
272
Antes, sin embargo, este
Padre me había expuesto a muchas pruebas.
Y cuando le dije que el Señor quería de mí aquellas cosas [128], se
burló de mí y me hizo venir a confesarme a las ocho de la noche. Y cuando fui a las ocho, el hermano estaba
cerrando ya la iglesia. Y cuando le dije
que informara al Padre que yo había venido (122) y que había sido el Padre que
me había dicho venir a esa hora, el buen frailecito fue y advirtió al
Padre. El Padre le ordenó decirme que a
esa hora los Padres no confesaban. Y
volví a casa con nada y no me confesé más con él, pero hice por él una hora de
adoración y ciertas mortificaciones, para impetrarle la luz de Dios para que
pudiera entender las almas. Pues, cuando
el Rev. Sopocko salía y él lo sustituía, me vi obligada a confesarme con él. Sin embargo, si bien antes no quería
reconocerlas, ahora me obliga a una gran fidelidad a estas inspiraciones
interiores. A veces Dios permite que
sucedan esas cosas, pero sea adorado en todo.
Pero es necesaria, sin embargo, una gran gracia para no vacilar.
273
Ejercicios espirituales
anuales 10 I 1934.
Oh Jesús mío, se acerca nuevamente el momento en que me quedaré
Contigo a solas. Oh Jesús, Te ruego con
todo mi corazón, permíteme conocer lo que no Te agrada en mí y al mismo tiempo
dame a conocer lo que tengo que hacer para agradarte más. No me niegues esta gracia y quédate
conmigo. Yo sé que sin Ti, oh Señor, mis
esfuerzos valen poco. Oh, cuánto me
alegro de Tu grandeza, oh Señor. Cuanto
más Te conozco, tanto más ardientemente Te deseo y anhelo.
274
Jesús me concedió el
conocimiento de mí misma. En esta luz de
Dios veo mi defecto principal, es la soberbia, su característica el cerrarme en
mi misma, la falta de sencillez en las relaciones con la Madre Superiora [129].
La segunda iluminación, respecto al hablar. A veces hablo demasiado. Para un asunto que podría ser solucionado con
dos o tres palabras, yo empleo demasiado tiempo. Mientras tanto Jesús desea que ese tiempo yo
lo emplee para pequeñas plegarias con indulgencias por las almas del Purgatorio. Y me dice el Señor que cada palabra será
pesada el Día del Juicio.
(123) La tercera iluminación, respecto a nuestra regla. Evito poco las ocasiones que llevan a
infringir la regla y especialmente en lo que concierne al silencio. Me comportaré como si la regla hubiera sido
escrita solamente para mí y no es asunto mío ver cómo se comportan los demás,
con tal que yo me comporte como Dios desea.
Propósito. Cualquier cosa que
Jesús desee de mí y que se refiera a cosas exteriores, ir en seguida a decirlo
a las Superioras; en el trato con la Superiora procuraré ser abierta y sincera
como un niño.
275 Jesús ama a las almas
escondidas. Una flor escondida es la que
más perfume tiene dentro de sí. Buscar
un retiro para el Corazón de Jesús en mi propio interior. En los momentos difíciles y dolorosos Te
entono, oh Creador, un himno de la confianza, porque el abismo de mi confianza
hacia Ti, hacia Tu misericordia, es inconmensurable.
276
Desde el momento en que
empecé a amar el sufrimiento, este mismo dejó de ser sufrimiento para mí. El sufrimiento es el alimento continuo de mi
alma.
277 No hablaré con cierta
persona, porque sé que a Jesús esto no le agrada y ella no saca de eso ningún
provecho.
278
A los pies del Señor, Oh
Jesús escondido, Amor eterno, Vida nuestra, Divino Insensato que Te has
olvidado de Ti Mismo y nos ves solamente a nosotros. Aún antes de crear el cielo y la tierra, nos
llevabas en Tu Corazón. Oh Amor, oh
abismo de Tu humillación, oh misterio de felicidad, ¿por qué es tan pequeño el
número de los que Te conocen? ¿Por qué
no encuentras reciprocidad? Oh Amor
Divino, ¿por qué ocultas Tu belleza? Oh
Inconcebible e Infinito, cuanto más Te conozco Te comprendo menos; pero como no
alcanzo a comprenderte, comprendo más Tu grandeza. No envidio el fuego a los serafines, porque
en mi corazón tengo depositado un don mayor.
(124) Ellos Te admiran en éxtasis, pero Tu Sangre se une a la mía. El amor, es el cielo que nos está dado ya
aquí en la tierra. Oh, ¿por qué Te
escondes detrás de la fe? El amor rasga
el velo. No hay velo delante de los ojos
de mi alma, porque Tú Mismo me has atraído desde la eternidad al seno de un
amor misterioso. Oh indivisible
Trinidad, único Dios, a Ti honor y gloria por todos los siglos.
279 Dios me dio a conocer en
qué consiste el verdadero amor y me concedió la luz cómo demostrárselo en la
práctica. El verdadero amor a Dios
consiste en cumplir la voluntad de Dios.
Para demostrar a Dios el amor en la práctica, es necesario que todas
nuestras acciones, aun las más pequeñas, deriven del amor hacia Dios. Y me dijo el Señor: Niña Mía, más que nada Me
agradas a través del sufrimiento. En tus
sufrimientos físicos, y también morales, hija Mía, no busques compasión de las
criaturas. Deseo que la fragancia de tus
sufrimientos sea pura, sin ninguna mezcla.
Exijo que te distancies no solamente de las criaturas, sino también de
ti misma. Hija Mía, quiero deleitarme
con el amor de tu corazón: amor puro,
virginal, intacto, sin ninguna sombra.
Hija Mía, cuanto más amaras el sufrimiento, tanto más puro será tu amor
hacia Mí.
280
Jesús me ordena celebrar la
Fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Pascua de
Resurrección por el recogimiento interior y por mortificación exterior. Durante tres horas llevé un cinturón [de hierro],
orando incesantemente por los pecadores y para obtener misericordia para el
mundo entero; y Jesús me dijo: Hoy Mi mirada se posa con complacencia
sobre esta casa.
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