281 Siento muy bien que mi misión no terminara con mi muerte, sino que
empezará. Oh almas que dudan, les
descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para
que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y Misericordia.
282
(125) Una vez el Señor me
dijo: Mi Corazón ha sido conmovido por una gran compasión hacia ti, hija Mía
queridísima, cuando te he visto hecha pedazos por el gran dolor que sufrías
mientras deplorabas tus pecados. Yo veo
tu amor tan puro y sincero que te doy la prioridad entre las vírgenes, tú eres
el honor y la gloria de Mi Pasión. Veo
cada humillación de tu alma y nada se escapa a Mi atención; elevo a los
humildes hasta Mi trono, porque así es Mi voluntad.
283
Oh Dios único en la Santísima
Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ninguna alma humana Te ha amado; y
aunque soy particularmente mísera y pequeñita, no obstante arrojé muy
profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios
y Creador mío. A pesar de mi gran
miseria no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de
la gloria. Que no dude alma ninguna
mientras viva, aunque sea la más miserable, cada una puede ser una gran santa,
porque es grande el poder de la gracia de Dios.
De nosotros depende solamente no oponernos a la actuación de Dios.
284
Oh Jesús, ojala pudiera
transformarme en una neblina delante de Ti para cubrir la tierra con el fin de
que Tu santa mirada no vea los terribles crímenes. Oh Jesús, cuando miro el mundo y su
indiferencia frente a Ti, siempre me vienen lágrimas a los ojos, pero cuando miro
un alma consagrada que es tibia, entonces mi corazón sangra.
285
1934. Una vez vine a mi celda y estaba tan cansada
que antes de comenzar a desvestirme tuve que descansar un momento, y cuando
estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le trajera un vaso de agua
caliente. A pesar del cansancio, me
vestí rápidamente y le traje el agua que (126) deseaba, aunque de la cocina a
la celda había un buen trecho de camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda vi. un copón con el
Santísimo Sacramento y oí esta voz: Toma este copón y llévalo al tabernáculo. En un primer momento vacilé, pero me acerqué
y cuando toqué el copón, oí estas palabras:
Con el mismo amor con que te
acercas a Mi, acércate a cada una de las hermanas y todo lo que haces a ellas
Me lo haces a Mi. Después de un
momento me di cuenta de que estaba sola.
286
+ Una vez, cuando se hacia la adoración por
nuestra patria, un dolor estrechó mi alma y empecé a orar de modo
siguiente: Jesús Misericordiosísimo, Te
pido por la intercesión de Tus Santos y, especialmente, por la intercesión de
Tu Amadísima Madre, que Te crió desde la niñez, Te ruego bendigas a mi
patria. Jesús, no mires nuestros
pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que
sufren. Jesús, en nombre de estos
inocentes, concédeme la gracia que Te pido para mi patria. En aquel instante vi. al Señor Jesús con los
ojos llenos de lágrimas y me dijo: Ves, hija Mía, cuánta compasión les tengo;
debes saber que son ellos los que sostienen el mundo.
287
+ Oh Jesús mío, cuando
observo la vida de las almas, veo que muchas Te sirven con cierta
desconfianza. Y en ciertos momentos,
especialmente cuando hay ocasión para demostrar el amor hacia Dios, justo
entonces veo cómo estas almas huyen del campo de batalla. Entonces me dijo Jesús: ¿Tu también,
hija Mía, quieres comportarte así? Le
contesté al Señor: Oh no, Jesús mío, no
me retiraré del campo de batalla, aunque el sudor de la muerte bañe mi frente,
no dejaré caer de la mano la espada, hasta que no descanse a los pies de la
Santísima Trinidad. Para cualquier cosa
que hago, no cuento con mis propias fuerzas, sino con la gracia de Dios. Con la gracia de Dios el alma puede superar
victoriosamente las más grandes dificultades.
288
(127) + Una vez, hablé con Jesús mucho tiempo de nuestras alumnas y animada
por su bondad le pregunté si también entre nuestras alumnas tenía almas que
eran un consuelo para su Corazón. Y el
Señor me contestó que las tenia, pero su
amor es débil, por eso las confío a tu cuidado especial; ruega por ellas.
Oh Dios Inmenso, admiro Tu bondad.
Tú eres el Señor de las huestes celestiales y Te humillas de ese modo hacia una miserable
criatura. Oh, con que ardor deseo amarte
con cada latido de mi corazón. No me
basta toda la superficie de la tierra, el cielo es demasiado pequeño y el
espacio celeste es nada. Únicamente Tu
solo me bastas, Dios Eterno. Sólo Tú
puedes llenar la profundidad de mi alma.
289
Los momentos más felices para
mi son aquellos cuando me quedo a solas con mi Señor. En aquellos momentos conozco la grandeza de
Dios y mi propia miseria.
Una vez Jesús me dijo: No te extrañes si a veces sospechan de ti
injustamente. Yo por amor a ti, fui el
primero en beber este cáliz de sufrimientos injustos.
290
Un día, cuando estaba muy
conmovida por la eternidad y sus misterios, mi alma empezó a tener miedo y
después de reflexionar un momento más, empezaron a atormentarme varias
dudas. Entonces Jesús me dijo: Niña
Mía, no tengas miedo de la casa de tu Padre.
Deja a los sabios de este mundo las investigaciones inútiles. Yo quiero verte siempre como una niña
pequeña. Pregúntale todo con sencillez a
tu confesor y Yo te contestaré por su boca.
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