GospaLa Virgen une tres sentimientos como si fueran uno solo, toda vez que los tres están relacionados: la bondad, el sacrificio y la misericordia. Entonces, la Madre quiere que se rece el Rosario con esos sentimientos, o sea, no solo con palabras, o de manera mecánica repitiendo fórmulas. Sino con afectos específicos. Ella ve que muchos de sus hijos rezan el santo Rosario, pero tal vez no ponen sentimientos en él y quiere corregir ese mal hábito. Rezar sin sentimiento no es malo pero es mejor rezar con ellos. Probablemente esa era la manera que María lo hacía, y de hecho lo hacía Jesús. El Evangelio dice que cuando Jesús oraba “se conmovía”. Eso es orar con sentimiento y nosotros, probablemente, no lo estamos haciendo, por lo que debemos corregirnos en atención a la Navidad cercana. Por lo tanto, debemos hacer el esfuerzo por rezar con los sentimientos que la Virgen indica. No con palabras, hay que poner el corazón en el Rosario. Si antes de rezar cada decena del Rosario, nos detenemos a contemplar y meditar cada misterio, los sentimientos de bondad, sacrificio y misericordia vendrán por sí mismos, como obra del Espíritu Santo. Entonces, la Virgen nos está corrigiendo la manera de orar, y del mismo modo, nos lanza a vivir la caridad. Porque quien al momento de rezar el Rosario reza con bondad, con espíritu de sacrificio y misericordia, la misma oración será una escuela de vida. En el fondo: la Madre quiere hacer de todos apóstoles de bondad, de sacrificio y de misericordia. En suma, el Rosario se transforma en escuela de vida para la vida práctica de cada día, para la vida familiar, para el apostolado, para la vida religiosa, para la vida sacerdotal, y para la misma vida de la Iglesia, porque la Iglesia es Madre de bondad, de sacrificio y de misericordia. Por eso la Madre dice: “Oren no solo con las palabras, sino también con obras de misericordia; oren con amor hacia todas las personas” Hay que orar amando y con obras concretas. Y luego la Madre pasa al ejemplo de Jesús. Dice: “Mi Hijo, con su Sacrificio, ha enaltecido el amor; por eso, vivan con Él para tener fuerza y esperanza, para tener el amor que es vida y que conduce a la vida eterna.” Con estas palabras del llamado a la oración pasa a la práctica del amor, cuya vida de Jesús es la ejemplar.
No hay que esperar la Navidad para vivir con Jesús. La Madre ha dicho que le abramos el corazón de inmediato: “vivan con Él para tener fuerza y esperanza, para tener amor”. Fijémonos pues, que de los sentimientos de bondad, de sacrificio y de misericordia con que debemos orar, se pasa entonces a las virtudes que la oración misma desarrolla: la fortaleza, la esperanza y el amor. Lo que demos hacer es responder como la Madre indica, lo demás viene por sí solo. No hay que preocuparse mucho de cómo se desarrollan la fortaleza, la esperanza y el amor, porque esos son los frutos de la oración con el corazón unida a Jesús. Eso viene por sí solo. Lo que hay que hacer es orar con sentimientos.