La mayoría de nosotros pensamos que no tenemos la suficiente fe, especialmente cuando nuestras oraciones no son contestadas de la manera que quisiéramos o cuándo los milagros que buscamos no suceden.
Sin embargo, lo contrario es verdad: Tenemos más que suficiente fe, porque es un regalo del Espíritu Santo, pero subestimamos nuestra fe. Nuestra fe es mediocre po
rque nuestras vidas como cristianos son mediocres. Somos personas extraordinarias, pero estamos satisfechos con vivir vidas ordinarias para que Dios no pueda pedirnos que hagamos algo fuera de nuestros terrenos conocidos.
¿Por qué será que los que nos hemos convertido al catolicismo tendemos a estar más encendidos en la fe y más involucrados en la parroquia que los "católicos de nacimiento"? Ellos son como el leproso no-judío en la lectura del Evangelio de hoy, que volvió a Jesús lleno de elogios. Pero aún nosotros los convertidos (soy una de ellos) tomamos por lo menos algunas áreas de nuestra fe por desapercibidas.
Es por esto que la primera lectura de hoy nos recuerda de nuestras responsabilidades como cristianos. A veces nosotros damos por descontado la misericordia de Dios y pues presumimos que si rompemos las leyes, o cooperamos con la deshonestidad en el trabajo, o nos quejamos de los demás, riñamos, o reaccionamos groseramente, etc., Dios lo dejará pasar. Cuándo nosotros tomamos nuestra fe por despreocupada, racionalizamos lo incorrecto de nuestras faltas. Este es el pecado de la presunción.
Una de mis racionalizaciones predilectas es la "necesidad" de apresurarme en la carretera. Yo me aburro fácilmente y, como una persona ocupada, odio los viajes largos y aburridos. Por lo tanto si el camino está libre y es seguro conducir más rápido que el límite anunciado de velocidad, yo racionalizo que siempre y cuando yo no lastime a nadie rompiendo la ley, entonces puedo hacerlo.
Hace mucho tiempo atrás, Dios me recordó de esta escritura de Tito mientras iba zumbando rápido por la carretera. "Pero Señor," dije. "Si voy más despacio al límite de velocidad, yo llegare tarde". Y él contestó, "Entonces entra en el hábito de salir antes. ¡Obviooo"!
Yo realmente no quise escuchar esto. "Si tú quieres que cambie mi actitud acerca de esto," yo dije, "tendrás que recrearme en alguien que quiera obedecer el límite de velocidad. Yo no veo ningún punto en bajar de velocidad mientras el camino está seguro para un paseo rápido".
"Bueno".
¡De repente, a mi sorpresa, esta oración acerca de mi actitud funciono! Fue bastante extraordinario. ¡Sentí aún entusiasmado acerca de permanecer dentro del límite de la velocidad! (Bueno, para ser honesta, racionalizo que está bien ir sólo un poco más rápido, siempre que estén dentro de la velocidad de la que los policías permiten).
Los convertidos tienden a estar más entusiasmados de su fe porque ellos abandonaron algo para conseguirla. ¿Cómo han sido tus experiencias de conversión? Incluso si has sido un católico toda tu vida, has tenido oportunidad de obtener una fe más profunda después de sufrir una pérdida o un sacrificio. Allí es donde arde tú fuego. Allí es donde tú vida cristiana es extraordinaria. Utiliza este regalo en beneficio de los que necesitan el toque extraordinario de Dios: ¡Se un evangelizador y permite que tú fe haga una diferencia!
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