El Papa Francisco durante la Misa por los cardenales y obispos fallecidos / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
VATICANO, 03 Nov. 15 / 10:17 am (
ACI).- El Papa Francisco celebró este martes en la Basílica de San Pedro la
Misa por los
cardenales y obispos fallecidos en los últimos doce meses, donde recordó que quien es ministro de Jesús “no puede dejar de ser, a su vez, un Pastor dispuesto a dar la
vida por las ovejas”.
En su homilía, el Santo Padre invitó a repensar “con gratitud también en la vocación de estos Ministros sagrados, tal como lo indica la misma palabra que hace referencia a la acción de administrar, es decir servir”. “Mientras pedimos para ellos el premio prometido a los ‘servidores buenos y fieles’, somos llamados a renovar la elección de servir en la
Iglesia”, señaló.
Francisco dijo que esto “nos lo pide el Señor, quien como un siervo lavó los pies a sus discípulos más estrechos, para que como hizo Él lo hagamos también nosotros”. En ese sentido, destacó que Dios fue el primero que nos ha servido. “El ministro de Jesús, venido para servir y no para ser servido, no puede dejar de ser, a su vez, un Pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas”, afirmó.
El Papa indicó que aunque para los ojos del mundo “quien sirve y da, parece un perdedor”, Dios muestra que quien pierde la vida “la encuentra porque una vida que se despoja de sí misma, perdiéndose en el amor, imita a Cristo: vence la muerte y da vida al mundo. Quien sirve, salva. Al contrario, quien no vive para servir, no sirve para vivir”.
En ese sentido, destacó que el Evangelio recuerda precisamente que “Dios ha amado tanto al mundo”. “Se trata de verdad de un amor tan concreto, así concreto que ha tomado sobre sí nuestra muerte. Y que para salvaros, nos ha alcanzado allí donde nosotros habíamos ido a parar, alejándonos de Dios dador de vida: en la muerte, en un sepulcro sin salida”.
“Es este el abajamiento que el Hijo de Dios ha realizado, inclinándose como un siervo hacia nosotros para asumir todo lo que es nuestro, hasta abrirnos de par en par las puertas de la vida”, indicó.
Posteriormente, señaló que en el Evangelio Cristo se compara con la “serpiente elevada”, en referencia al episodio de las serpientes venenosas que en el desierto atacaban al pueblo judío que había salido de Egipto. Recordó que los israelitas mordidos por la serpiente no morían si miraban a la serpiente de bronce que Moisés, por orden de Dios, había colocado sobre un asta. De modo que una serpiente salvaba de las serpientes.
“La misma lógica está presente en la
cruz, a la que Cristo se refiere hablando con Nicodemo. Su muerte nos salva de nuestra muerte”, afirmó.
“Este estilo de Dios, que nos salva sirviéndonos y anonadándose, tiene mucho que enseñarnos. Nosotros esperaríamos una victoria divina triunfante; Jesús, en cambio, nos muestra una victoria humildísima. Levantado sobre la cruz, deja que el mal y la muerte se vuelquen contra Él, mientras sigue amando. Para nosotros es difícil aceptar esta realidad”, añadió.
Finalmente, invitó a pedir “para nosotros aquello a lo que nos exhorta el apóstol Pablo, a saber: dirigir el pensamiento a las cosas de allá arriba, no a las de la tierra; al amor de Dios y al prójimo, más que a nuestras necesidades”.
“Que sea suficiente para nuestra vida la
Pascua del Señor, para estar libres de los afanes de las cosas efímeras, que pasan y se desvanecen en la nada. Que nos baste Él, en quien están la vida, la salvación, la resurrección y la alegría. Entonces seremos siervos según su corazón: no funcionarios que prestan servicio, sino hijos que dan la vida por el mundo”, afirmó.
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