¿Qué son las indulgencias?
Seguramente hemos oído la palabra “indulgencias” alguna vez, entendiendo por tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de una acción piadosa: el rezo de alguna oración, la visita a un santuario o a otro lugar sagrado, etc. También al oír la palabra “indulgencias” vienen a nuestra memoria las disputas entre Lutero y la Iglesia de Roma, y las críticas subsiguientes de los otros reformadores del siglo XVI.
Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado, es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que restablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.
La indulgencia es como un indulto, un perdón gratuito de estas penas temporales. Es como si, tras la intervención quirúrgica y el trasplante del nuevo corazón, se cerrasen de pronto todas las heridas y el paciente se recuperase de una manera rápida y sencilla, ayudado por el cariño de quienes lo cuidan, la atención esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.
La Iglesia no es la autora, pero sí la mediadora del perdón. Del perdón de los pecados y del perdón de las penas temporales que entrañan los pecados. Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Señor que dice al penitente: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Con la concesión de indulgencias, la Iglesia reparte entre los fieles la medicina eficaz de los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos por la humanidad.
¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias, cuando nada parece pecado a nuestro alrededor? Claro que sí, porque tiene sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia, para decirle, como le dijo al paralítico: “Tus pecados están perdonados, toma tu camilla y anda”. Él no sólo perdona nuestras culpas, sino que también, a través de su Iglesia, difunde sobre nuestras heridas el bálsamo curativo de sus méritos infinitos y la desbordante caridad de los santos.
¿Cómo obtener la Indulgencia?
El que quiera beneficiarse de las indulgencias debe cumplir con algunas obras y manifestar su deseo de satisfacer en todo a Dios, cambiando su estilo de vida. Estas obras son:
1.- Sacramento de la Penitencia (Confesión Sacramental): La confesión podrá hacerse algunos días antes o después del momento en que decidimos obtener la Indulgencia. Si no hay pecado grave no será necesario acceder a este sacramento, basta un buen y sincero acto penitencial. Con una sola confesión se pueden ganar varias indulgencias plenarias en días sucesivos. Quienes no pueden acceder a este sacramento, por el motivo que fuere, tampoco podrán obtener la Indulgencia Plenaria.
2.- La Comunión Eucarística (Comulgar): Es mejor recibirla participando de la Santa Misa, pero para la Indulgencia sólo es necesaria la Sagrada Comunión. Suele ser el caso de los enfermos o de otros que no pueden participar en persona de la celebración de la Misa.
3.- La Profesión de Fe (Rezo del Credo)
4.- Orar por las intenciones del Sumo Pontífice (Papa Francisco): para este año son la vida consagrada, los cristianos perseguidos, las vocaciones y la familia.
5.- Orar por las vocaciones sacerdotales, religiosas, por la familia, por la defensa y el cuidado de la vida y por la fidelidad a la identidad cristiana del pueblo Argentino
Luego pondremos en el Templo un Banner donde consten estas obras a realizar, y así cumplir lo que nos pide la Iglesia en este tema, de modo sencillo. Todo ello, de acuerdo a la sugerencia del Papa y por disposición de nuestro Obispo, podrá realizarlo:
- Quienes participen de la solemne celebración de la fiesta patronal;
- Los fieles de la parroquia que peregrinen al templo parroquial con esta intención durante el período que dure el jubileo parroquial, hasta la Solemnidad de Cristo Rey;
- Quienes participen, en el marco de la celebración jubilar, de un tiempo prolongado de oración o de adoración Eucarística a criterio del párroco del lugar (todos los días);
- Los enfermos y ancianos de la jurisdicción parroquial que reciban la comunión Eucarística y oren delante de una imagen del patrono durante la novena.
¿Cuántas Indulgencias puedo obtener?
Puedo obtener varias, una para mí (no hacen falta otras), y las que desee obtener para los difuntos (cumpliendo siempre con las obras descriptas para cada indulgencia que obtenga).
Si soy de otra parroquia, ¿puedo obtener la Indulgencia Plenaria para mí o para un difunto?
Las Indulgencias han sido concedidas para la comunidad parroquial, pero para aquellos feligreses de otras parroquias sólo se contempla la posibilidad de obtenerlas el día de la Fiesta Patronal, solamente.
En la celebración de Domingo de Ramos y en todas las de Semana Santa, quienes participen también podrán beneficiarse con la Indulgencia Plenaria, por ello al finalizar la celebración rezaremos lo que nos ha pedido el Obispo.
Jubileo de los Enfermos
En este año tendremos diversas manifestaciones jubilares, esta semana será la de los Ancianos y Enfermos. El próximo martes santo 31 de marzo, los ancianos y enfermos que deseen podrán beneficiarse con el Sacramento de la Unción y las Indulgencias. Para ello, los invitamos desde las 17:00 hs. a una hora de Adoración al Santísimo pidiendo la gracia de las Indulgencias y luego a las 18:00 hs. rezaremos la Santa Misa con Unción de Enfermos y Ancianos.
¿Quiénes pueden recibir la Unción?
- Los enfermos (de cualquier edad), pero sólo si sientan que su salud se encuentra comprometida.
- Los enfermos que deben hacerse una intervención importante.
- Los ancianos o adultos mayores de 70 años, estén o no enfermos.
Si Jesús es el Rey de nuestra vida, lo será también de nuestra comunidad. Muere por amor, es la Cruz (como gustaba en decir el Cura Brochero) nuestra salud y nuestra vida. Aprovechemos, queridos hermanos este tiempo de gracia que la Iglesia nos da, seamos portadores a otros de esta buena noticia del amor y la gracia de Dios.
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Padre Rolando González, artículo originalmente publicado en: Radio Amanecer
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