261 + Hoy ya estoy en Vilna.
Pequeñas casitas, dispersas, forman el convento. Me parecen algo extrañas después de los
grandes edificios de Józefów. Hay
solamente dieciocho hermanas. La casita
es pequeña, pero la armonía en esta Comunidad es grande. Todas las hermanas me recibieron muy
cordialmente, lo que me dio mucho ánimo antes de afrontar las fatigas que me
esperaban. La Hermana Justina [123]
hasta había lavado el piso con motivo de mi llegada.
262 + Cuando fui a la Bendición, Jesús me iluminó sobre cómo
comportarme con ciertas personas. Con
todas mis fuerzas me abracé al Dulcísimo Corazón de Jesús al ver que
exteriormente sería expuesta a distracciones debido a la tarea que iba a tener
en la huerta y por la que tenía que mantener contactos con laicos.
263
+ Llegó la semana de la
confesión y con alegría vi a aquel sacerdote al que había conocido antes de
venir a Vilna. Lo había conocido en una
visión. En ese momento, oí en el alma
estas palabras: He aquí Mi fiel siervo, él te ayudará a cumplir Mi voluntad aquí en la
tierra. Sin embargo yo no me hice conocer de él,
tal y como lo deseaba el Señor. Y
durante algún tiempo luché con la gracia.
En cada confesión la gracia de Dios me penetraba misteriosamente, pero
yo no le revelé mi alma y pensaba no confesarme con este sacerdote. Tras este propósito una inquietud terrible se
adueñó de mi alma. Dios me reprochó
enérgicamente. Cuando revelé toda mi
alma a este sacerdote, Jesús derramó sobre mi alma todo un mar de gracias. Ahora comprendo lo que es la fidelidad a una
simple gracia y cómo ella atrae toda una serie de otras gracias.
264
(119) + Oh Jesús, mantenme
a tu lado, mira lo débil que soy, por mí misma no avanzaré ni un paso, por eso
Tu, oh Jesús, tienes que estar continuamente conmigo, como la madre cerca de su
niño débil, y aún más.
265
Empezaron los días de trabajo,
de lucha y de sufrimientos. Todo va con
su ritmo de convento. Uno queda siempre
novicio, tiene que aprender y conocer muchas cosas, porque si bien la regla es
igual, cada casa tiene sus propias costumbres, por eso cada cambio es un
pequeño noviciado.
266 5 VIII 1933 fiesta de
Nuestra Señora de la Misericordia [124].
Hoy recibí una gracia grande e inconcebible, puramente interior, por
la cual agradeceré a Dios en esta vida y por la eternidad…
267
Jesús me dijo que yo le
agradaría más meditando Su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha
luz fluye sobre mi alma. Quien quiera
aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús. Cuando medito la Pasión de Jesús, se me
aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender. Yo quiero parecerme a Ti, oh Jesús, a Ti
crucificado, maltratado, humillado. Oh
Jesús, imprime en mi alma y en mi corazón Tu humildad. Te amo, Jesús, con locura. Te [amo] anonadado, como Te describe el
profeta [125], que por los grandes sufrimientos no lograba ver en Ti el aspecto
humano. En este estado Te amo, Jesús,
con locura. Dios Eterno e Inmenso, ¿qué
ha hecho de Ti el amor...?
268
11 X 1933 – jueves. Procuré hacer la Hora Santa, pero la empecé
con gran dificultad. Algún anhelo
comenzó a desgarrar mi corazón. Mi mente
quedó ofuscada de manera que no lograba entender las formas simples de las
plegarias. Y así pasó una hora de
oración o más bien de lucha. Decidí orar
otra hora, pero los sufrimientos interiores aumentaron. Una gran (120) aridez y un gran disgusto. Decidí orar durante la tercera hora. En esa tercera hora de plegaria que decidí
hacer arrodillada sin ningún apoyo, mi cuerpo empezó a reclamar un descanso. Sin embargo yo no cedí nada. Extendí las manos en forma de cruz y sin
pronunciar una palabra, seguí así con un acto de voluntad. Un momento después me quité el anillo del
dedo y pedí a Jesús que mirara ese anillo que es el símbolo de nuestra unión
eterna y ofrecí al Señor Jesús los sentimientos del día de los votos
perpetuos. Un momento después sentí que una ola de amor empezaba a inundar mi
corazón. Un repentino recogimiento del
espíritu, el silencio de los sentidos, la presencia de Dios penetra al alma. Sé únicamente que estamos Jesús y yo. Lo vi, bajo la misma apariencia que [tenia]
cuando lo vi en el primer momento después de los votos perpetuos, cuando
también hacía la Hora Santa. Jesús se
presentó delante de mí inesperadamente, despojado de las vestiduras, cubierto
de llagas en todo el cuerpo, con los ojos llenos de sangre y de lágrimas, la
cara desfigurada, cubierta de salivazos.
De repente el Señor me dijo: La esposa debe asemejarse a su Esposo. Entendí estas palabras en profundidad. Aquí no hay lugar para ninguna duda. Mi semejanza a Jesús debe realizarse a través
del sufrimiento y la humildad. Mira lo que ha hecho Conmigo el amor por
las almas humanas, hija Mía; en tu corazón encuentro todo lo que Me niega el
número tan grande de almas. Tu corazón
es un descanso para Mí, muchas veces guardo las gracias grandes para el fin de
la plegaria.
269
Una vez, mientras hacía una
novena al Espíritu Santo por mi confesor, el Señor me contestó: Te lo
di a conocer [126] antes de que las
Superioras te enviaran aquí; como tú te comportarás con el confesor, así Yo Me
comportaré contigo. Si te escondes de
él, aunque se trate de la más pequeña de Mis gracias, Yo también Me esconderé
de ti y te quedarás sola. Y yo hice
según el deseo de Dios y una profunda paz reinó en mi alma. Ahora entiendo cuánto Dios defiende a los
confesores y cuánto se pone de parte de ellos.
270 (121) Un consejo del Rev.
Sopocko.
Sin humildad no podemos agradar a Dios. Ejercítate en el tercer grado de la humildad,
es decir no solamente no recurras a explicaciones y justificaciones cuando te
reprochen algo, sino que alégrate de la humillación.
Si las cosas de las que me hablas, proceden verdaderamente de Dios,
entonces prepara tu alma a grandes sufrimientos. Encontrarás desaprobaciones y
persecuciones. Te van a mirar como a una
histérica, una extravagante, pero Dios no escatimará Su gracia. Las verdaderas obras de Dios siempre
enfrentan dificultades y se caracterizan por el sufrimiento. Si Dios quiere realizar algo, tarde o
temprano, lo realizará, lo realizará a pesar de las dificultades y tú, mientras
tanto, ármate de gran paciencia.
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