CAPÍTULO XXIII
Cuatro cosas que causan gran paz
Hijo, ahora te enseñaré, el camino de la paz, y de la verdadera libertad.
Señor, haz lo que dices, que mucho me huelgo de oírlo.
Hijo, procura hacer antes la voluntad de otro que la tuya. Escoge siempre tener menos que más. Busca siempre el lugar más inferior, y está sujeto a todos. Desea siempre y pide a Dios, que se cumpla en ti enteramente su divina voluntad. Este tal entrará en los términos de la paz y del descanso.
Señor, éste tu breve sermón, contiene en sí muchas perfección, pequeño es en las palabras, mas lleno de sentido y de copioso fruto. Que si lo pudiese yo fielmente guardar, no había de turbarme con tanta facilidad; porque cuantas veces me siento desasosegado y pesado, hallo que me he apartado de esta doctrina. Mas tú que puedes todas las cosas, y deseas siempre el provecho del alma, acrecienta en mí mayor gracia, para que pueda cumplir tu palabra, y conseguir mi salvación.
ORACIÓN
Contra los malos pensamientos
Señor Dios mío, no te alejes de mí. Dios mío, cuida de ayudarme, que se han levantado contra mí varios pensamientos y grandes temores que afligen mi alma: ¿Cómo los pasaré sin daño? ¿Cómo los desecharé?
Yo iré, dice Dios, delante de ti, y humillaré los poderosos de la tierra. Abriré las puertas de la cárcel y te revelaré los secretos de las cosas escondidas.
Hazlo así, Señor, como lo dices, y huyan de tu presencia todos los malos pensamientos. Ésta es mi esperanza y singular consolación, acudir a ti en cualquier tribulación mía, confiar en ti, llamarte con todas mis entrañas, y esperar con paciencia tu consuelo.
ORACIÓN
Para iluminar el entendimiento
Alúmbrame, buen Jesús, con la claridad de tu luz interior, y quita de la morada de mi corazón todas las tinieblas. Refrena mis muchas distracciones, y destruye las tentaciones que me hacen violencia. Pelea fuertemente por mí, y ahuyenta las malas bestias, que son los apetitos halagüeños, para que se haga paz en tu virtud, y la abundancia de tu alabanza esté en el santuario, esto es, en la conciencia limpia. Manda a los vientos y a las tempestades, di al mar que sosiegue, y al aquilón que no sople, y todo se convertirá en gran bonanza.
Envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque soy tierra vana y vacía hasta que tú me ilumines. Derrama de lo alto tu gracia; baña mi corazón con el rocío celestial; suministra las aguas de la devoción para regar la faz de la tierra, para que produzca fruto bueno y perfecto. Levanta el alma oprimida con el peso de sus pecados, y eleva todo mi deseo a las cosas del cielo; porque después de gustada la suavidad de la felicidad celestial, me desdeñe de pensar en las cosas de la tierra.
Apártame y líbrame de toda transitoria consolación de las criaturas; porque ninguna cosa creada basta para aquietar y consolar cumplidamente mi deseo. Úneme a ti con el inseparable vínculo del amor, porque sólo tú bastas para el que te ama, y sin ti todas las cosas son despreciables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario