Durante los últimos días, por medio de Jelena, hemos oído varias veces un mensaje de Jesús: “Alaben a Dios en sus sufrimientos”. Nuestra Señora dijo al grupo de oración: “Lleven su cruz con gozo”. Vean, por tanto, que ésta es una realidad que debemos vivir durante esta Cuaresma.
Miren a su alrededor cómo se comporta la gente. Todo el mundo se queja de los precios altos, los bajos salarios, de toda esa prisa por hacer cosas, de esta civilización, de los jóvenes, de los ancianos… todo el mundo se lamenta y Jesús quiere que todos seamos felices, aún los enfermos. Y nosotros podremos alcanzar esta profunda felicidad únicamente si estamos en condición de aceptar cualquier sufrimiento con gozo, cantando.
A este respecto recuerdo lo que la Virgen dijo a Jelena el Viernes Santo del año pasado: “Canten Aleluya, porque hoy Jesús ha vencido”. Y es que, saben, nuestros sufrimientos no son para que lloremos sino para que celebremos la victoria de Jesucristo.
Por esta razón, deseo llamarlos a todos ustedes a profundizar en su confesión. Sin un arrepentimiento continuo no podemos llegar a la profundidad de nuestra conversión. El arrepentimiento continuo ahonda el conocimiento de nuestros pecados y nos lleva a la libertad interior y, de este modo, nuestras confesiones llegarán a ser más y más una conversión continua.
Recientemente celebramos la fiesta de Santa Margarita de Cortona. Leemos en la historia de su vida que en un momento dado se quejó con Jesús, diciéndole: “¿Cuándo me llamarás ‘hija mía’?” Jesús respondió: “No te llamaré hija mía porque aún eres hija del pecado”. Ella se desconcertó. Comenzó a orar frente a la Cruz suplicándole a Dios. Después dijo que le había sido permitido observar su propia vida como una película y quedó deslumbrada por una hermosa luz. Decidió seguir esa luz: hizo una confesión profunda, recibió la comunión y oyó la voz: “Hija mía”.
Nosotros podemos y debemos seguir este mismo camino de arrepentimiento, oración y abrirnos a la gracia; pero la gracia divina actúa sólo cuando realmente estamos dispuestos a aceptarlo todo para gloria de Dios. La gracia nos ilumina entonces y no lleva siempre adelante.
Me gustaría que cada uno de nosotros, los sacerdotes, religiosos y peregrinos fuéramos capaces de seguir a la Virgen por este camino. Todo lo que Nuestra Señora está haciendo en estos tiempos y, no me refiero tan solo a Medjugorje, sino a estos tiempos marianos, está marcado por la Cruz. No es posible alcanzar la resurrección sin pasar por el sufrimiento.
Debemos reflexionar cuidadosamente y descubrir el valor de la Cruz durante estos días de Cuaresma. Quiero subrayar una vez más que no debemos aceptar los sufrimientos y cruces para luego estar tristes bajo el peso de nuestras cruces, sino estar gozosos en cualquier dificultad y ofrecerlo todo por Dios.
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