(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil)- ¿Cómo entender que alguien que murió fuera de la comunión de la Iglesia Católica y continúa excomulgado más de 80 años después, congregue a dos millones de romeros cada año en torno a su figura? Llegar a Juazeiro do Norte, que con 250.000 habitantes es la mayor ciudad del interior del estado nordestino de Ceará, es depararse con la figura y el influjo del Padre Cícero Romão Batista en todos los rincones. Su presencia marca la vida religiosa, social y económica de una ciudad que ya le "canonizó" hace mucho tiempo y que pide a la Iglesia Católica que lo rehabilite para después hacerle santo y así convertir en realidad los deseos populares.
Nacido en Crato, ciudad vecina de Juazeiro do Norte, el 24 de marzo de 1844 y fallecido en la ciudad que él mismo hizo crecer el 20 de julio de 1934, poco a poco se convirtió en un referente en toda la región del Nordeste brasileño. Sus predicaciones y consejos atraían cada vez más gente, que en muchos casos se quedaban a vivir en la ciudad, pasando en poco tiempo de una pequeña villa a una gran ciudad. Eran familias enteras, la mayoría de las veces pobres, que huían de las severas condiciones de vida que las sequías periódicas y los poderosos sin escrúpulos imponían a los habitantes de esta región semiárida brasileña, a quienes el "Padim" Cícero acogía con cariño.
Su forma de vida austera cautivaba a esas multitudes de pobres que continuamente llegaban. Lo que el Papa Francisco dice hoy, "quiero una Iglesia pobre y para los pobres" se hacía realidad un siglo atrás en torno de la figura del Padre Cícero. Pero estas actitudes siempre han incomodado y continúan haciéndolo, también a aquellos que están dentro de la Iglesia, o dicen estar. De la misma forma que muchos critican hoy al Obispo de Roma y le llaman comunista, populista y no sé cuantas cosas más, la Iglesia oficial persiguió severamente a aquel que, teniendo como objetivo principal la práctica de la caridad, se convirtió en una señal de esperanza para los desheredados.
La disculpa para intentar dinamitar la buena fama del sacerdote apareció en 1889, cuando dando la comunión a María de Araujo, una de sus colaboradoras, que eran conocidas como beatas, la hostia se transformó en sangre en su boca, lo que se repitió a lo largo de dos años en diferentes ocasiones. Esto provocó una fuerte polémica con el obispo, que acabó excomulgando al Padre Cícero y condenando a la reclusión a la beata María de Araujo hasta su muerte en 1914.
Durante muchos años la figura del sacerdote excomulgado sufrió la continua tentativa, por parte de la Iglesia jerárquica, de dilapidar su memoria, hasta el punto de que los obispos prohibían hasta nombrarle públicamente. Todo cambió con la llegada del actual obispo de Crato en 2001, Monseñor Fernando Panico, quien comenzó a valorar la figura del Padre Cícero, hasta el punto de reconocer que su intercesión le ayudó en la curación de un cáncer.
Será Monseñor Panico quien impulsará el reconocimiento a nivel oficial y pedirá la rehabilitación del sacerdote excomulgado, respondiendo a un sentimiento que había calado en la vivencia de fe de muchos nordestinos que año tras año, a veces en diferentes momentos, recorren largas distancias para rezar en la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores y ante la tumba del Padre Cícero.
Son cuatro los grandes momentos de peregrinación en Juazeiro do Norte, el día 2 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de las Candelas; el 20 de julio, fecha en que murió el Padre Cícero; el 15 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores y el 2 de noviembre, Conmemoración de los Fieles Difuntos. Grandes riadas de gente se concentran en torno de los lugares de devoción de los romeros, que es como se conoce a aquellos que van en peregrinación.
Pero el Padre Cícero influye también en la vivencia de la religiosidad popular entre los moradores de Juazeiro do Norte. Son varias las devociones que surgieron a partir de sus enseñanzas. La primera que podemos citar es la de consagrar los hogares al Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María en las familias. Él enseñó a entronizar esas imágenes en los hogares para que en las familias se rezase por la paz. También fomentó las devociones populares como el mes mariano, presente en todas las parroquias, iglesias, capillas y sectores, el mes de octubre en el que se reza el Rosario en las familias, en devoción al Corazón Inmaculado de María, y el mes de junio en que se celebra la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Tampoco podemos olvidar que las visitas a la Basílica Santuario de Nuestra Señora de los Dolores y a la Capilla de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donde está sepultado el Padre Cícero Romão Batista, son una constante, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, entre los habitantes de Juazeiro y los muchos romeros que se hacen presentes en la ciudad a lo largo del año.
Esa combinación entre la fe popular, que dice que es santo, y la fe oficial de la Iglesia Católica, que mantiene la excomunión del sacerdote, es un tema polémico entre los habitantes de Juazeiro. En este sentido, José Anizio, conocido popularmente como Zezinho, y que es uno de los muchos transmisores de la memoria y figura del Padre Cícero, no tiene reparos en reconocer abiertamente que el sacerdote de Juazeiro "no está fuera de la Iglesia y que no todos los santos canonizados tienen la misma devoción y sentimiento de fe por parte de la gente como él tiene, como demuestra el hecho de que todos los días veinte de cada mes, sea el día que sea de la semana y haga sol o esté diluviando, la multitud de fieles que se hace presente es grande".
Es la fuerza del pueblo, que desde una fe sincera, perpetuada de generación en generación, clama para que su "santo" local se convierta en santo universal. Dios y el tiempo dirán...
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