Hoy celebramos la fiesta de santa Brígida de Suecia. Vivió en el siglo XIV, tiempos oscuros y difíciles de la Edad Media europea. No eran tiempos fáciles para las mujeres. Teóricamente estaban sometidas a la autoridad de los varones. Y, sin embargo, hubo unas cuantas mujeres en aquel tiempo, como Brígida, que supieron brillar con luz propia, que tuvieron influencia en reyes y papas, que fundaron monasterios y órdenes, que viajaron sin temor, que publicaron libros y se hicieron famosas por sus visiones y por su teología.
Brígida fue una de esas mujeres. Casada muy joven por imposición familiar, tuvo ocho hijos. Una buena educación le ayudó a ser consejera de la reina de Suecia. Desde pequeña tuvo visiones y se dedicó mucho a la oración. Viajó sin miedo por aquella Europa llena de guerras y conflictos. Peregrinó a Santiago de Compostela y a Tierra Santa. Fundó una orden monástica y viajó a Roma para solicitar el permiso del papa para su fundación. Se encontró con que el Papa había abandonado Roma y vivía en Aviñón y no tuvo reparo en escribirle demandándole que volviese a Roma. Todo eso y mucho más hizo esta mujer sin miedo y valiente en aquel mundo de hombres y guerras. Todo eso lo hizo desde una profunda espiritualidad, desde una cercanía con el misterio de Jesús, que terminó expresando en su libro “Apariciones celestiales”.
Hoy Brígida sigue siendo un ejemplo para todos los que formamos la iglesia, en especial para las mujeres. Las mujeres tienen mucho que aportar a nuestra iglesia. No están sólo para barrer ni para fregar. Tienen una palabra que decir, tienen una perspectiva diferente del misterio, hecho de cercanía, de corazón, de compasión. Nuestro mundo sigue siendo demasiado hombruno, demasiado machista. La mujer para muchos sigue siendo una especie de cosa que se puede usar y luego tirar. Nos hacen falta mujeres que salgan a la palestra y nos enseñen a ser seguidores de Jesús desde la compasión, desde el amor sin límites, desde el perdón. Nos hacen falta mujeres activas que no tengan miedo.
Pero siempre, y terminamos este comentario con el Evangelio de hoy, desde esa unión profunda y misteriosa con la vid que es Jesús. Desde ahí saldrán los mejores frutos para la vida de la Iglesia y para la vida del mundo. Desde esa unión profunda con Jesús, la vida de Brígida cobra sentido. Como la nuestra.
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