YA CANSA OÍR HABLAR DEL DINERO PÚBLICO COMO SI SÓLO LO PAGASEN LOS ATEOS
Mie 15·3·2017 · 7:07 2CONTANDO ESTRELLAS
¿Todos los medios públicos tienen que ser confesionalmente ateos?
Según ese argumento, la religión no ha de tener cabida en la televisión pública, o en las escuelas, universidades y hospitales públicos, por el mero hecho de que
los ateos no quieren que con sus impuestos se pague la presencia de nuestra fe en esos medios públicos. Sobre esta premisa se ha establecido otra idea que por muy repetida es así mismo falsa:
el supuesto principio de que todo medio público tiene que ser “laico”, o sea, confesionalmente ateo, que es lo que quieren decir los laicistas cuando usan ese adjetivo que también define a los católicos que no somos presbíteros ni religiosos.
Según el CIS, en España hay un 9,1% de ateos y un 18,4% de no creyentes, y a menudo me da por pensar que ese 27,5% de la población debe ser la parte más adinerada del pueblo español, porque
escuchando a algunos ateos da la sensación de que esa minoría es la única que paga impuestos en España y la única con derecho a decidir a qué se destina el dinero público.
Los católicos tenemos derecho a opinar sobre el uso de nuestros impuestos
El caso es que en
según el CIS, el 67,8% de los españoles -la amplia mayoría- somos católicos. Y aunque a ciertos ateos intolerantes les cueste aceptar una idea tan básica,
los católicos también pagamos impuestos y tenemos derecho a opinar sobre el destino de ese dinero. Empieza a resultar muy cansino, por no decir algo peor, ver que ciertos personajes, por el hecho de responder a las grandes preguntas sobre la vida, la creación y el universo con un no rotundo a la idea de una
causa causarum (recurriendo a la expresión de Marco Tulio Cicerón para referirse al Creador),
se creen con derecho a dirigir los destinos del país como si los creyentes en general, y concretamente los católicos, tuviésemos que ser ignorados, cuando no reeducados para
corregir nuestra respuesta libremente afirmativa a esas grandes preguntas. En no pocas ocasiones,
algunos ateos intolerantes incluso llegan a tomar por tontos a la mayoría de los seres humanos por no compartir la visión de la vida que sostiene el materialismo, vacía de trascendencia y de espiritualidad. Y tomándonos por unos tontos, se erigen ellos en los sabios llamados a gobernarnos, como en una tiranía.
El ateísmo no es ni lo neutral ni lo correcto: es una opción más
Ya he hablado aquí con anterioridad de la pretensión totalitaria de pretender excluir a la religión de la enseñanza, en lo que supone una agresión contra derecho de las familias a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Insisto en la palabra “derecho”: a nadie se le obliga a recibir una educación religiosa. Quien no la desee para sus hijos, es muy libre de elegir otra cosa. Pero basta ya de vendernos como algo neutral y correcto lo que en realidad es una usurpación de nuestra libertad religiosa, de nuestras tradiciones y costumbres más arraigadas, y todo para complacer a una minoría cada vez más intolerante y más agresiva hacia las creencias que libremente profesamos millones de españoles. Una democracia se basa en la convivencia entre personas con formas distintas de ver la vida, no en la negación de la libertad de la mayoría para que una minoría se sienta más cómoda, como si la intolerancia de esa minoría imperase sobre cualquier derecho.
Podemos no persigue un ideal democrático, sino otra cosa muy distinta
El problema, me temo, es que algunos no pretenden alcanzar un ideal democrático cuando buscan erradicar la religión de la sociedad como quien pretende erradicar una plaga de piojos entre un grupo de tontos que no sabe ni asearse. Antes bien, el ideal que están persiguiendo personajes como los de Podemos tiene más que ver con las dictaduras comunistas que con las democracias. Creo que el mundo ya ha tenido tiempo de sobra para comprobar el horror al que nos ha llevado en los últimos cien años la imposición del fanatismo marxista a la sociedad, siempre por medio de regímenes totalitarios que han asfixiado las libertades a base de violencia. En este sentido, cuando defendemos nuestra libertad religiosa de los ataques de esos totalitarios no sólo protegemos nuestros derechos individuales, sino también nuestra democracia frente a los deseos de quienes preferirían verla en ruinas, para construir sobre ellas una sociedad opresiva como las que abrieron sus puertas a la libertad con la caída del Muro de Berlín en 1989.
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(Foto: Reuters / Brett Gundlock)
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