CAPÍTULO XIX
De la tolerancia de las injurias, y como se prueba el verdadero paciente
Hijo ¿qué es lo que dices? Cesa de quejarte, considerando mi Pasión y la de los santos. Aún no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que padeces en comparación de aquellos que padecieron tanto, que fueron tan fuertemente tentados, tan gravemente atribulados, probados y ejercitados de tan diversos modos. Importa traer a tu memoria las graves penas de otros, para que más fácilmente sufras tus pequeños trabajos. Y si no te parecen pequeños, mira no lo cause esto tu impaciencia; pero sean grandes o pequeños, procura llevarlos todos con paciencia.
Cuanto más te dispones para padecer, tanto más cuerdamente obras y más mereces; y lo llevarás también más ligeramente teniendo el ánimo prevenido y preparado con la costumbre. Y no digas: No puedo sufrir esto de aquel hombre, ni es razón que yo sufra tales cosas, porque me injurió gravemente, y me imputa cosas que nunca pensé, mas de otro sufriré de grado todo lo que me pareciere que debe sufrirse. Indiscreto es tal modo de pensar, que no considera la virtud de la paciencia, ni quien la ha de galardonar, antes se ocupa de las personas y de las injurias que le han hecho.
No es verdadero paciente el que sólo sufre lo que quiere, y de quien quiere. El verdadero paciente no mira quién le persigue, si es su prelado, su igual o su inferior, o si es un varón bueno y santo, o un perverso e indigno; sino que sin diferencia de personas, cualquier daño, y todas cuantas veces le sucede cualquier adversidad, todo lo recibe de buena gana como de la mano de Dios, y lo estima por mucha ganancia, porque no hay cosa delante de Dios, por pequeña que sea, padecida por su amor, que quede sin galardón.
Pues prepárate a la batalla si quieres tener victoria. Sin pelear no podrás alcanzar la corona de la paciencia. Si no quieres padecer, rehúsas ser coronado; mas si deseas ser coronado, pelea varonilmente y sufre con paciencia. Sin trabajo no se consigue el descanso, y sin pelear no se puede obtener la victoria.
¡Oh Señor! hazme posible por tu gracia lo que me parece imposible por la naturaleza. Tú sabes cuán poco puedo padecer, y que luego desfallezco a la más leve contradicción. Séame por tu nombre, amable y apetecible cualquier ejercicio de tribulación; porque padecer y ser atormentado por ti, es muy saludable para mi alma.
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