cruz_azul_medjugorje“Apóstoles míos, ustedes que se esfuerzan en tener un corazón puro y a mi Hijo en él, están en el buen camino. Ustedes que buscan a mi Hijo, buscan el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si están dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tienen paciencia, misericordia y amor por su prójimo.”
El mensaje nos recuerda una vez más, que fin de las apariciones no es María sino Jesús, y que es Él a quien se le debe abrir siempre el corazón. Pero también la Virgen dice cómo se le abre el corazón a Jesús: por medio del sacrificio y la penitencia. El sacrificio siempre conlleva renuncia, mortificación, disciplina, porque todo ello es necesario para cultivar la amistad con Dios por medio de la oración y la vida sacramental. Pero también la Madre habla de la penitencia, algo que muchos han olvidado. Y el primer acto de la penitencia es siempre el interior: sentir dolor y repulsa por el pecado, luego viene la confesión de los mismos. Y la penitencia conlleva además mortificación en reparación por haber ofendido a Dios. Conlleva además renuncias continuas para purificar el alma y crecer en la amistad con Dios.
Todos los santos hicieron penitencias y ellas los llevaron a la santidad. Hay muchos cristianos que no quieren oír hablar de penitencias y no son consientes de las gracias que dejan de ganar por no hacerlas. Por lo tanto, recuérdese que la Madre nos invita este mes al sacrificio y a la penitencia, al ayuno que tanto ha insistido en 35º años. Se diría: no hay que tener miedo al ayuno, más bien, hay que tener miedo de no ayunar, porque el ayuno sana, convierte, purifica, nos hace entrar en la voluntad de Dios y nos enseña a orar con el corazón.