28 de Agosto de 1978
SOY MARÍA, MADRE DE JESÚS Y MADRE VUESTRA
Hijo mío, soy María, madre de Jesús, esto es, Madre de Dios, porque mi Hijo Jesús es verdaderamente Dios como el Padre, que desde siempre lo engendra y como el Espíritu Santo, el Amor, que de Tres hace Uno solo; SOY yo, hijo, María, Madre tuya y Madre vuestra.
Hijo mío, ¿se puede pensar que una madre, en algún momento de su existencia, terrena o eterna, pueda olvidar y, por tanto, dejar de amar a sus hijos?
Olvidarse de las personas amadas querría decir suspender, aún temporalmente amarlas, suspender el derramar sobre sus hijos el amor que es llama y fuego inextinguible, hablo del Amor divino, de aquel amor que en la eternidad bienaventurada no puede ya extinguirse y por cuanto más grande es este amor, tanto más está extendido, como cascada incontenible, hacia el objeto insustituible para el que ha nacido, arde y vive.
Hijo mío, Yo, criatura y Madre de mi Creador tengo como objeto de mi amor a Él, Uno y Trino, que me ama desde la eternidad y después de Él a vosotros, Porque por vos otros y por vuestra salvación se ha hecho Carne en Mí y Conmigo se ha ofrecido en la Cruz y juntos ante la mirada del Padre se perpetúa la Redención en el sublime Misterio de la Fe y del Amor: la Eucaristía.
¿Se puede pensar entonces, que Yo, María, pueda olvidar me de vosotros mis hijos, que pueda olvidarme de vosotros en un momento tan crucial en vuestro camino, corno muchos quisieran convencerse y convencer a otros contra el recto uso de la razón y de la inteligencia humana?
La madre es la primera en percibir el peligro
Hijo mío, cuando en una familia terrena las cosas van mal por un desastre económico, por una desviación moral o espiritual, por ruina o enfermedad que, como temporales rugientes se abaten sobre ella, la primera en percibir el peligro es siempre la madre, y será siempre la madre la que sufra las humillaciones, las incomodidades y el mayor peso de la catástrofe, la madre que, probablemente no escuchada, no ha logrado evitar la tremenda desgracia.
Es absurda, hijo mío, la testaruda obstinación de aquellos, Sacerdotes y Pastores, que no sólo no han escuchado la voz de la Madre Celeste, sino que han hecho de todo y continúan haciendo de todo para impedir que la catástrofe sea evitada y que la Voz de la común Madre sea escuchada;
es increíble la soberbia con la que se pone bajo juicio humano el Obrar de Dios y de su Madre Santísima;
es increíble que el hombre, ya sea seglar o Consagrado, se tome el derecho de poner límites y términos no sólo al obrar de Dios, sino incluso al Querer de Dios;
es increíble que el hombre, misterio para si mismo, pretenda sondear los insondables misterios de Dios, como el del sufrimiento del Corazón Misericordioso de mi Hijo divino y el de mi Corazón Inmaculado ante los males de una humanidad ¡y de una cristiandad prácticamente atea!
Se te ha dicho que "la medida está colmada y el vaso rebosa", por esto hijo mío, vuelvo, digo vuelvo, sobre este tema, desgraciadamente no nuevo: se necesita construir los nuevos cimientos de la vida humana y cristiana sobre auténticas bases Evangélicas. Muchos concuerdan con esto, pero poquísimos están decididos a cortar con una costumbre de vida pagana personal, familiar y social... es el caso de recordar aquí las Palabras de mi Hijo Divino: "no todos los que dicen Señor, Señor, entrarán en el Reino de los Cielos, sino sólo los que hacen la Voluntad…"
Se es fecundo no cuando se absorbe, sino cuando se trasmite la vida
Vosotros, de la Comunidad Esperanza, habéis sido escogidos como anillo de unión entre un mundo que está inexorablemente declinando y el mundo nuevo que cada vez más marcadamente se está delineando y que a vosotros es concedido ver. Tú ves cuántas almas apenas abiertas a la vida llevan ya en ellas el sello de una Iglesia y de una Humanidad verdaderamente regenerada en el Espíritu Santo... ¡oh, cuán bella será la Iglesia nueva!
Cuántas veces, hijo mío, se te ha dicho que la mujer gime cuando pare un hijo, así también vosotros, escogidos para la Comunidad Esperanza deberéis gemir. Cuántas veces se te ha dicho que si el grano de trigo no muere no puede ser germen de nueva vida. "Es ley" morir en el sufrimiento y en el dolor. ¡Oh, si esta lo comprendieran los Sacerdotes que rechazan su estado de Víctima, cuántas almas menos irían al Infierno... ¡Si esta ley la comprendieran los Padres, vacíos y superficiales, que viven y se nutren de necias mundanidades, cuánta luz y Gracia divina más en las familias!
Esto lo deberás decir, hijo mío, a los elegidos de la Comunidad Esperanza; deberás convencerlos de estas realidades, para ayudarlos a vivirlas y a transformarse en verdaderos y perfectos cristianos generosamente vivos y fecundos, pues se es fecundo no cuando se absorbe, sino cuando se transmite la vida.
Cada uno de los miembros de la comunidad Esperanza deberá transformarse en un "cristóforo", es decir, todos deberán ser otros tantos portadores de Cristo a las almas, que de Él están privadas por el descuido y la esterilidad de quienes por vocación traicionada apagan la vida en lugar de portarla y darla.
Por ahora basta, hijo mío, te bendigo y contigo bendigo a todos en el Nombre de Dios Uno y Trino.
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