Queridos amigos, paz y bien.
A algunos, que somos religiosos, este Evangelio nos re-suena, quiero decir, suena a conocido y nos recuerda el momento en que sentimos la llamada, cuando decidimos dejarlo todo y responder a lo que Dios quería de nosotros.
Primera reflexión: el grupo era variopinto y no precisamente de especialistas en teología. Había gente para todo. Desde los más conservadores hasta algún extremista. Pero el Señor sabe lo que se hace, y de ese saco de cuernos consigue hacer un cesto capaz de ser muy útil, de mantener dentro a todo tipo de personas. Y si no, mirad alrededor un domingo cualquiera en Misa. Hay gente muy diversa. Y eso es bueno.
Segunda reflexión: proclamad que el Reino de Dios está cerca. Es la llamada que se nos hace cada Miércoles de Cuaresma, cuando nos imponen la ceniza. Sabemos que es una tarea de cada cristiano, grande o pequeño, gordo o flaco, más capaz o menos capaz. Si vivimos según este criterio, podemos ser testimonio para otro, interpelar a los que nos rodean. Entonces viene la pregunta: ¿de verdad siento, creo, vivo sabiendo que el Reino de Dios está cerca?
Tercera reflexión: es el momento de hacer lo que Cristo hacía. Habrá otros momentos para sentir lo que Jesús sentía. Ahora se trata de ponerse en marcha. Andar por los caminos, con otros como nosotros, viviendo como Jesús vivió. Con palabras, con obras, con gestos, con sonrisas, a tiempo y a destiempo.
El evangelio, a partir de mañana, nos va a mostrar cómo debemos llevar a cabo esta tarea. De momento, basta con pensar, si queremos participar en ella. Ser los pies, las manos, los ojos, la voz de Jesús. Que se quedó entre nosotros, pero necesita de ayuda.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
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