- El ofendido por la blasfemia no es el cristiano, es Cristo. Al menos, por ese orden.
- De ahí que tenga el sentido una Eucaristía de desagravio.
- De todas formas, el miserable de Mariano Rajoy permite que la tele pública retrasmita, promocione y publicite este adefesio blasfemo.
- Y esto no ha hecho más que empezar. Y hay que hacerle frente.
- De entrada, no consumas coche Citroën, ni Trident ni multiópticas, patrocinadores de la gala.
Luego está la horterada de la transgresión. Por supuesto que es transgredir (violar un precepto, ley o estatuto). Por trasgredir la ley es por lo que meten a la gente en la cárcel. Salvo que se transgreda
y se blasfeme e insulte a Cristo y a la Santísima Virgen. Entonces no: entonces los jueces dicen que es una cuestión de libertad de expresión. Como ocurrió con
la gran poetisa catalana Dolors Miquel, puro lirismo.
Ha hecho bien el obispo de Las Palmas, monseñor Cases, en convocar una misa de desagravio por la blasfemia. Ahora no estaría de más que alguien del Partido Popular, ese partido valiente donde los haya, repruebe al miserable autor, a los miserables que le aplaudieron y premiaron y a los miserables que organizaron este adefesio… para terminar con el miserable de Mariano Rajoy a quien nadie llama la atención -¡ni tan siquiera Ciudadanos!- por el hecho de que la televisión pública retrasmita, publicite y promocione un espectáculo tan imbécil como el de la ‘drag queen’ del Carnaval de Canarias.
El obispo de Las Palmas, monseñor Francisco Cases, se ha quejado y ha organizado una Eucaristía de Desagravio. Hace bien. El ofendido, antes que los cristianos, es Cristo.
Y señores: esto no ha hecho más que empezar. Y hay que hacerle frente. De entrada, no consumas coche Citroën, ni Trident ni multiópticas, patrocinadores de la gala. Y si no, que se desliguen del adefesio.
En cualquier caso, la blasfemia duele, pero escuchar la chorrada de que no quería ofender, también duele. No hay que añadir la hipocresía a la infamia.
Es como cuando Rita Maestre aseguraba ante el juez que enseñar las tetas en una iglesia no era ninguna ofensa. Es lo que ella hace cada día, por ejemplo, en los actos solemnes del Ayuntamiento de Madrid.
Es la era de la blasfemia. Suma y sigue. Y hay que hacerle frente. No se puede uno quedar cruzado de brazos.
Hilaire Belloc explicaba todo esto de la siguiente guisa en su obra
Sobrevivientes y recién llegados: “si me preguntan qué signo podemos buscar para demostrar que la resurrección del cristianismo y de la Iglesia, probablemente definitiva, está al alcance de la mano, respondería utilizando una palabra que el mundo moderno ha olvidado: ‘persecución’. Cuándo ésta esté nuevamente en acción, será el amanecer”.
O sea, ahora mismo.
Eulogio López
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