La Conversión es el llamado más urgente

ImageProxy.mvcEn el mensaje del pasado 25 de marzo la Madre comienza recordándonos la razón de su visita a la Tierra y dice: «Muchos corazones se han cerrado a la gracia y hecho oídos sordos a mi llamado» Delante a dichas palabras, debemos preguntarnos en humildad, si en realidad hemos tomado la conversión con seriedad, porque de no ser así podríamos estar fallando en aquello que la Madre considera prioridad.
La conversión es un camino que no termina nunca. El hombre mientras está en esta Tierra jamás debe terminar de convertirse. Pero lo cierto es que en la Iglesia, muchos piensan que su proceso de conversión ya terminó. Exactamente como pensaban los fariseos y saduceos en la época de Jesús. Entonces, es un error gravísimo llegar pensar que no tenemos necesidad de conversión. Como es otro error, no hacer nada por cambiar de vida, cambiar patrones de comportamientos del mal hacia el bien y del bien hacia lo mejor, y de lo mejor hacia la santidad plena.
El único que nos puede decir que no tenemos necesidad de conversión es Dios. Pero, que sepamos en la historia de la espiritualidad católica, jamás Dios le ha dicho a alguno: «ya eres santo, ya no necesitas convertirte». Por el contrario, cuánto más los santos se acercaban a Dios, más conscientes eran de su miseria. Entonces, la verdadera espiritualidad de Medjugorje consiste en trabajar en la conversión personal cada día. Por eso la Madre en este 25 de marzo ha dicho: «Queridos hijos, también hoy el Altísimo me permite estar con ustedes y guiarlos por el camino de la conversión. Muchos corazones se han cerrado a la gracia y hecho oídos sordos a mi llamado.»
Ella sabe que a muchos no les interesa para nada la conversión, piensan que ya están bien, que no tienen nada que cambiar, que están habituados a vivir con el pecado. Tanto han pecado que no ven la diferencia entre vivir en gracia y ofender a Dios cada día. Para ellos la santidad propia de Dios es algo completamente desconocido. Pueden pensar incluso, que Dios acepta satisfactoriamente todas las imperfecciones que poseen y los defectos de carácter. Por lo común, son quienes no meditan como deben los Evangelios, y en lugar de trabajar cada día en sus corazones, llenan el día de actividades exteriores: cambian la conversión personal, incluso por el trabajo en la iglesia o por trabajar para la misma Virgen. En realidad, no se esmeran en conocer la Voluntad de Dios para ellos. Por eso la Madre dice: «Muchos corazones se han cerrado a la gracia y hecho oídos sordos a mi llamado.»
Luego la Madre dice: «Ustedes, hijitos, oren y luchen contra las tentaciones y contra todos los planes malvados que el diablo les ofrece a través del modernismo.» En esta segunda parte del mensaje, la Madre nos dice a todos lo que debemos hacer. Comienza por decir: «Ustedes, hijitos, oren.» Porque quien no ora no podrá vencer el pecado ni las imperfecciones que le acompañan.
Entonces, la conversión comienza con la oración. Y la Madre ha dicho al respecto: «oren, oren, oren… no tengo nada más que decirle porque con la oración lo pueden lograr todo.» Entonces, orar es decidirse por la conversión. La Virgen no viene a instituir una nueva advocación hacia Ella sino a invitarnos a la conversión. Y si no se toma la vida de oración en serio no se vivirá jamás la conversión. Por lo tanto, cada día el plan espiritual personal comienza de rodillas ante Dios. Reconociendo su grandeza y la pequeñez del ser humano: con el rosario en mano, la Biblia y el crucifijo. Para eso hay que apagar el televisor, el celular-móvil, el internet… incluso, apagar la propia vida, apagar el corazón para poder escuchar a Dios. Con el corazón encendido, enfocado en las cosas del mundo, en los propios pensamientos… no se puede escuchar a Dios. Para orar hay que saber callar interiormente, dejar la agitación, el bullicio del mundo. Luego hay que invocar al Espíritu Santo y comenzar a dilatar el corazón para recibir el amor de Dios. Entonces se puede orar. Porque no puede haber oración sin el amor de Dios. Por eso muchas oraciones o meditaciones son un fracaso, porque no tienen amor.
Y también hay que recordar que la conversión es amor: estará más convertido quien más ama, no quien más reza o quien más visita Medjugorje o quien asiste a más procesiones o quien más ayuna o quien más trabaja en la Iglesia o quien más teología sabe. ¡No! El que más se convierte es quien más ama a Dios y a su prójimo. Entonces hay que convertirse para crecer en el amor y todo comienza por la oración, porque en el fondo orar es amar. No es otra cosa. Cuando la Virgen nos dice: «oren, oren, oren» lo que nos está diciendo es «amen, amen, amen». Se crece en amor por la oración y se crece en la oración por el amor. En el fondo oración y amor Divino es lo mismo