La alcaldesa de Madrid se ha convertido en el ejemplo a seguir por la progresía pero lo cierto es que sus hechos contradicen sus palabras. Qué se lo pregunten a los trabajadores de la empresa de su marido.
Manuela Carmena ha sido prácticamente
ascendida a los altares por la progresía por la loable iniciativa de ceder el Ayuntamiento para que Mensajeros por la Paz diera de cenar en Nochebuena a más de 200 personas sin techo.
Pero todo indica que el gesto es más de cara a la alegría que otra cosa. Por tres razones.
La primera es que eso mismo que hace Carmena una vez al año, por Navidad, lo hacen los comedores de Caritas los 365 días del año, pero nadie hable de ellos, ni de las Hermanas de la Caridad, ni de tantos voluntarios que dedican su tiempo y dinero a atender a los más desfavorecidos, pero anónimamente. Sin flashes ni portadas de periódicos. Y como quien no quiere la cosa, la organización caritativa de la Iglesia atendió en Madrid durante 2014 a más de 120.000 personas.
La segunda es que el ayuntamiento de Madrid ya había ofrecido cenas similares a personas sin hogar en estas fechas, en la época de Ana Botella. Es decir, que Carmena no ha inventado la pólvora, pero hace más ruido para salir en la foto y lucirse políticamente.
Y la tercera, y más importante, es que la alcaldesa no debería olvidar que es antes el deber que la devoción. Y deber, debe mucho. Porque hay un pequeño grupo de personas a las que les habría gustado que Carmena hubiera tenido un detalle similar con ellos.
Se trata de los que fueran trabajadores de la empresa de arquitectura i3 Consultores, propiedad de Eduardo Leira, marido de Carmena, que tras haber sido contratados como “falsos autónomos” trabajaron un año sin cobrar y aún no han recibido el dinero que les corresponde pese a que la Justicia les dio la razón.
Esta es la doble vara de medir de Carmena. Sí está para salir en la foto pero no para cumplir con sus obligaciones no sólo legales sino también morales, pues ella misma siempre ha presumido de su pasado como abogada laboralista y más tarde de juez. Siguiendo esta pauta está claro que Carmena no ha hecho Justicia sino su justicia.
Y para dejar de pagar a estos trabajadores, a los que no invitó a Cibeles a cenar en Navidad, utilizó todo tipo de triquiñuelas legales que de haberlo hecho alguien de la llamada “derecha” ya le habrían linchado y cosido a manifestaciones.
Si alguien que no fuera de izquierdas hiciera lo que Carmena y su marido habría manifestaciones a diario
Lo que ocurrió con estos pobres trabajadores
lo explica muy bien en Libertad Digital el concejal del PP,
Percival Manglano. En noviembre de 2010 Carmena y su marido liquidaron la sociedad de gananciales que afectaba a la vivienda y a la empresa i3 Consultores.
Poco antes Eduardo Leira había dado de alta a los trabajadores puesto que hasta entonces estaban como falsos autónomos, eso sí, reconociéndoles una categoría inferior a la que tenían. Al poco dejó de pagarles.
Carmena tiene un patrimonio de 2,5 millones
Muy alejada de la justicia social que pregona y defiende, Carmena se quedó al disolver los gananciales con el 100% de la vivienda y el marido con el 100% de la empresa. Los trabajadores, hartos de no cobrar denunciaron al marido de la alcaldesa.
Este fue condenado a pagarles su sueldo pero se declaró en quiebra, mientras la propia Carmena hipotecaba la casa con la que recibió cerca de 500.000 euros y a su vez Leira le cedía una finca en El Espinar. Y así evitaba tener que responder con su patrimonio.
Al final, Carmena dispone de un patrimonio de 2,5 millones, su marido dice estar en quiebra y los sus trabajadores siguen sin cobrar lo que se les debe, varios años después. Sin dinero, humillados y viendo como la podemita se erige como la representante de los pobres y oprimidos. Al final se cumple el dicho a la perfección que dice: “Haced lo que yo digo pero no lo que yo hago”.
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