Tercera predicción de la muerte.
32 Iban subiendo hacia Jerusalén,
y Jesús iba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos (1). Y tomando de nuevo a los Doce,
comenzó a declararles lo que había de sucederle.
33 Subimos a Jerusalén,
y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles,
34 que se burlarán de El y le escupirán,
y le azotarán y le darán muerte,
y a los tres días resucitará.
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(1) Es un rasgo de San Marcos. Jesús camina delante de los discípulos, absorto en el pensamiento
de su pasión, hacia la cual marcha con
paso acelerado.
Petición de los hijos de Zebedeo.
35 Y se le acercaron Santiago y
Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir.
36 Díjoles El: ¿Qué queréis que os haga?
37 Ellos
le respondieron: Que nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria. 38 Jesús les respondió: ¡No sabéis lo que pedís!
¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber y ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?
39 Le contestaron: Sí que podemos.
Les dijo Jesús: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el bau- tismo con que yo he de ser bautizado,
seréis bautizados vosotros;
40 pero
sentaros a mi diestra o mi siniestra, no me toca a mí dároslo, sino que es para
aquellos para quienes está preparado.
41 Y los diez, oyendo esto, se enojaron
contra Santiago y Juan.
42 Pero
llamándolos Jesús a Sí, les dijo: Ya
sabéis (1) cómo los que en las naciones
pasan por príncipes, las dominan con imperio, y sus grandes ejer- cen poder sobre ellas.
43 No ha de
ser así entre vosotros; antes si algu- no de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor;
44 y el que de vosotros
quiera ser el primero, sea siervo de todos; 45 pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino
a servir y dar su vida para redención de muchos.
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(1) El ejercicio de la autoridad será en su
reino muy otro de lo que es entre los principes de la tierra. En este pasaje se inspiró S. Gregorio
para introducir la fórmula protocolaria papal: Siervo de los siervos de Dios.
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