Queridos amigos y amigas:
En el Evangelio de hoy, María se pone a cantar. Y su voz habla de ella a la vez que recoge la historia de su pueblo.
María comienza alegrándose porque Dios se ha fijado en su vida, por gracia. Sin ningún mérito por su parte… Y acercándose, ha hecho cosas grandes.
A continuación, recuerda el modo de hacer de Dios: poner abajo a los que están arriba y arriba a los que están abajo; dar al que no tiene y dejar sin nada al que cree tenerlo todo. Así es Dios, que pone el mundo al revés… o quizá al derecho, después de que nosotros lo hubiéramos puesto patas arriba.
Y termina agradeciendo la presencia de Dios en la historia: nunca ha dejado a su pueblo, a pesar de sus infidelidades. Es el Dios que cumple las promesas. El Dios de la misericordia, que se mantiene incluso cuando la otra parte no corresponde. Así termina este canto de María.
Y a ti, ¿te gusta cantar? Más allá de tener mejores o peores cualidades musicales, hay un canto que, como el de María, brota del corazón. Y recoge lo que Dios va haciendo en la vida. Y lo que puede llegar a hacer. Cantar a la vida es reconocer que, en medio de la ambigüedad, en medio de tantas sombras que nos acompañan cada día, Dios sigue siendo fiel, seguirá estando ahí, cumplirá sus promesas y sigue mirándonos con misericordia.
Que este final del Adviento reavive en nosotros la capacidad de cantar la vida que se nos va regalando. Vivir para cantar. Vivir para contarlo.
¿Qué letra tendría tu canto, hoy?
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF (luismanuel@claretianos.es)
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