Queridos amigos y amigas:
“Decir” y “hacer” están llamadas a ir de la mano… pero muchas veces se dan la espalda.
Así les pasó a los personajes de la historia que Jesús les cuenta a los sacerdotes y ancianos del pueblo. Por algo se lo diría a ellos. Eran dos hermanos. Y ante la llamada del padre, uno le dice que no va a trabajar, pero luego sí lo hace. Y el otro, al revés: “sí, sí”… pero no va.
Y es que en el “decir” puede influirnos el querer quedar bien, el no provocar la reacción adversa del que tenemos delante… Pero para llegar a “hacer” hace falta sentirse responsable de la tarea encomendada. El primero de los hijos, aunque al principio le pudo la desgana, finalmente venció la responsabilidad ante esa viña que es también suya y ante ese padre que le había hecho una petición. El segundo de los hijos quiso quedar bien con sus palabras, pero al final fue irresponsable, incapaz de responder ante lo que también era suyo.
Los publicanos y las prostitutas son alabados por Jesús no por su conducta pasada, sino porque ante el anuncio de Juan, creyeron en la posibilidad de la conversión. Lo contrario de los sacerdotes y ancianos del pueblo, que le decían “sí” a Dios, pero no le dejaban hacer ningún cambio en su vida. Como el segundo de los hijos.
“Decir” y “hacer” están llamadas a ir de la mano… y a eso se le llama coherencia. Una vida integrada. Todo un camino a recorrer, que comienza cuando reconocemos la distancia entre nuestro “decir” y nuestro “hacer”.
En el recién estrenado año de la misericordia, tenemos la oportunidad de ir recorriendo ese camino, volviendo a Dios en lo que cada uno necesitemos.
Y tú, ¿qué necesitas convertir en tu vida?
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