Querido amigo/a:
¿Qué hace Dios? Invitar a la alegría. En muchas culturas sentarse a la mesa es símbolo de alegría, pues expresa el sentido de fraternidad y de fiesta; en ella uno repone fuerzas disfrutando de los alimentos y conversa de manera distendida disfrutando de la compañía. De hecho, no hay festejo que se precie que no venga acompañado de una buena comida o una buena cena: un cumpleaños, una boda, un aniversario…
Las lecturas de hoy nos muestran dos banquetes donde el Señor quiere compartir con nosotros el alimento de la vida. No son banquetes privados ni exclusivos, sino universales, pues todos están invitados. En el primero Isaías así lo refleja: preparará para todos los pueblos […] un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera. Un banquete lleno de alegría, de salvación, donde no hay tristeza, donde todos están contentos, como en las fiestas auténticas. Un banquete que simboliza la salvación de todos, precisamente por esto último es un banquete de inmensa alegría, porque están todos, porque no se ha quedado nadie fuera. En el segundo banquete, Jesús da de comer a la multitud después de sanar todo tipo de dolencias. Una multitud que, de nuevo, simboliza la diversidad de condiciones sociales y razas. Comieron todos hasta quedar satisfechos. De nuevo,todos; nadie queda excluido.
En los países del llamado “primer mundo”, celebraremos la Navidad con demasiadas comidas y cenas: comidas de empresa, de amigos, de familia… En ocasiones son celebraciones con excesivo derroche, exageradas comidas. Tan excesivas que cuando terminan las fiestas, no faltan los reclamos publicitarios de gimnasios y dietas de adelgazamiento para corregir los excesos. Ojalá nuestros excesos fuesen no de calorías, sino de alegría, de gozo, de fraternidad. Quizá de estos dones estamos más anémicos y de ellos nos quiere saciar Dios. Este es su banquete, esta es su invitación. Pero para que este gozo sea pleno, al menos tienen que estar todos invitados. Una mesa donde falten hermanos, nunca disfrutará de una alegría auténtica. ¿Quizá por ello nos cuesta ser felices de verdad? ¿A quién podría invitar a mi mesa?
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
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