601 (64) Una vez, cuando una de las
hermanas [217] se enfermó y estaba a punto de morir, se reunió toda la
Comunidad [218] y estaba también presente un sacerdote que le dio a la enferma
la absolución; súbitamente vi una multitud de espíritus de las tinieblas. En aquel momento, olvidándome que estaba en
compañía de las hermanas, tomé el aspersorio y los rocié con agua bendita y
desaparecieron en seguida. Pero cuando
las hermanas vinieron al refectorio, la Madre Superiora [219] me llamó la
atención a que no habría debido rociar a la enferma en presencia del sacerdote
al que correspondía tal función. Acepté
la admonición con espíritu de penitencia, pero el agua bendita da un gran
alivio a los moribundos.
602
Oh Jesús mío, Tu ves lo débil
que soy por mi misma, por eso dirige Tu Mismo todas mis cosas. Sabes, oh Jesús, que sin Ti no me acerco a
ningún problema, pero Contigo afrontaré las cosas más difíciles.
603 (65) 29 I 1936. Por la noche, estando yo en mi celda, vi
repentinamente una gran claridad y en lo alto de esta claridad una enorme cruz
gris oscura y de inmediato fui atraída cerca de esta cruz; pero mirándola
fijamente no comprendía nada y rezaba {para conocer} lo que significaba. De pronto vi a Jesús y la cruz
desapareció. El Señor Jesús estaba
sentado entre una gran luz, los pies y las piernas hasta las rodillas se
hundían en esta luz de modo que no los veía.
Jesús se inclinó a mi y me miró amablemente y me habló sobre la voluntad
del Padre Celestial. Me dijo que el alma
más perfecta y santa es aquella que cumple la voluntad de su Padre, pero son
pocas estas almas. Con un amor singular
mira al alma que vive según su voluntad; y Jesús me dijo que yo cumplo la
voluntad de Dios de modo perfecto, es decir, perfectamente y por eso Me uno a ti y Me relaciono contigo
de una manera tan particular y tan estrecha.
Dios envuelve con un amor inconcebible al alma que (66) vive según
su voluntad. Comprendí cuanto Dios nos
ama, cuán sencillo es aunque incomprensible, que fácil es tratar con Él aunque
su Majestad es tan grande. Con nadie me
relaciono tan fácilmente y con tanta soltura como con Él; ni siquiera la madre
natural con su hijo que la ama
sinceramente se entienden tanto como mi alma con Dios. Mientras estaba en esta unión con el Señor,
vi dos personas y no estaba escondido delante de mi su interior; triste el
estado de estas almas, pero confío en que también ellas glorificarán la
misericordia del Señor.
604
En el mismo momento vi también
a cierta persona [220] y en parte el estado de su alma y grandes pruebas que
Dios enviaba a esta alma; esos sufrimientos tenían relación con su mente y en
una forma tan aguda que me dio lastima y dije al Señor: ¿Por qué la tratas así? Y el Señor
me contestó: Por su triple corona. Y el
Señor me dio a conocer qué gloria más inefable le espera al alma que es (67)
semejante a Jesús doliente aquí en la tierra; tal alma será semejante a Jesús
en su gloria. El Padre Celestial honrará
y estimará nuestras almas en cuanto vea en nosotros la semejanza a Su
Hijo. Comprendí que esta semejanza con
Jesús nos es dada aquí en la tierra. Veo
almas puras e inocentes a las cuales Dios administra su justicia y estas almas
son las victimás que sostienen el mundo y completan lo que ha faltado a la
Pasión de Jesús; son pocas estas almas.
Me alegro enormemente de que Dios me haya permitido conocer a tales
almas.
605
Oh Santa Trinidad, Dios eterno,
Te agradezco por haberme permitido conocer la grandeza y la diferencia entre
los grados de la gloria que dividen a las almas. Oh, qué grande es la diferencia entre un solo
grado de más profundo conocimiento de Dios.
Oh, si las almas pudiesen saberlo.
Oh Dios mío, si pudiera conquistar uno más, soportaría con gusto todos
los tormentos que habían padecido {todos] los mártires juntos. (68) De verdad, todos estos tormentos me parecen
nada en comparación con la gloria que nos espera por toda la eternidad. Oh Señor, sumerge mi alma en el océano de Tu
divinidad y concédeme la gracia de conocerte, porque cuanto mejor Te conozco,
tanto más ardientemente Te deseo, y mi amor hacia Ti se fortalece. Siento en mi alma un abismo insondable que solamente
Dios llena; me deshago en Él como una gota en el océano; el Señor bajó hacia mi
miseria como un rayo de sol hacia la tierra infértil y rocosa y, sin embargo,
bajo el poder de sus rayos, mi alma se cubrió de verde, de flores y de frutas y
se convirtió en un bello jardín para su descanso.
606
Oh Jesús mío, a pesar de Tus
gracias, siento y veo toda mi miseria.
Comienzo el día luchando y lo termino luchando; en cuanto aparto una
dificultad, en su lugar surgen (69) diez por superar, pero no me aflijo por
ello, porque sé muy bien que éste es el tiempo de la lucha y no de la paz. Cuando la lucha se hace tan dura que supera
mis fuerzas, me arrojo como una niña en los brazos del Padre Celestial y tengo
confianza que no pereceré. Oh Jesús mío,
soy tan propensa al mal y eso me obliga a vigilarme continuamente, pero nada me
desalienta, confío en la gracia de Dios, que abunda donde la miseria es la más
grande.
607
Entre las más grandes
dificultades y contrariedades no pierdo la paz interior ni el equilibrio en lo
exterior y esto desanima a los adversarios.
Entre las contrariedades la paciencia refuerza al alma.
608
2 de febrero [1936]. Por la mañana, al despertarme al sonido de la
campanilla, me entró un sueno tan grande que no logrando despertarme del todo,
di un salto al agua fría y dos minutos después el sueno se me quitó. Al venir a la meditación (70) se agolpó en mi
cabeza toda una confusión de pensamientos necios y luché durante toda la
meditación. Lo mismo ocurrió durante las
plegarias, pero cuando comenzó la Santa Misa, en mi alma reinó una extraña
calma y alegría. En ese momento vi a la
Santísima Virgen con el Niño Jesús y al Santo Anciano [221] que estaba detrás
de Nuestra Señora. La Santísima Virgen
me dijo: Aquí tienes el tesoro más precioso.
Y me dio al Niño Jesús.
Cuando tomé al Niño Jesús en brazos, la Virgen y San José
desaparecieron; me quedé sola con el Niñito Jesús: Le dije:
609 Sé que eres mi Señor y Creador,
a pesar de ser tan pequeño. Jesús tendió
sus bracitos y me miraba sonriendo, mi espíritu estaba lleno de un gozo
incomparable. De repente Jesús
desapareció y la Santa Misa llegó al momento de acercarse a la Santa
Comunión. Fui en seguida con otras
hermanas a tomar la Santa Comunión con el alma llena [de su presencia]. Después de la Santa comunión (71) oí en el
alma estas palabras: Yo soy en tu corazón el mismo al que
tuviste en tus brazos. Entonces
rogué al Señor por cierta alma [222] para que le concediera la gracia en la
lucha y le quitara esa prueba. Se hará según pides, pero su merito no
disminuirá. Una alegría reinó en mi
alma por ser Dios tan bueno y tan misericordioso; Dios concede todo lo que
pedimos con confianza.
610 Después de cada conversación
con el Señor mi alma es singularmente fortalecida, una profunda calma reina en
mi alma y me hace tan valiente que no temo nada en el mundo; tengo un solo
temor, el de entristecer a Jesús.
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