561
(30) Una vez vi. aquella
imagen [201] [en] una pequeña capillita y en un momento vi. que de aquella
pequeña capillita se hizo un templo grande y bello, y en aquel templo vi. a la
Santísima Virgen con el Niño en los brazos.
Luego el Niño Jesús desapareció de los brazos de la Virgen y vi una
imagen viva de Jesús crucificado. La
Virgen me dijo que me comportara como Ella:
a pesar de los gozos, siempre mirara fijamente la cruz y me dijo también
que las gracias que Dios me concedía no eran solamente para mí sino también
para otras almas.
562
El Niño Jesús que veo
durante la Santa Misa no es siempre igual, a veces muy alegre, a veces no mira
nada hacia la capilla. Ahora, la mayoría
de las veces está alegre cuando nuestro confesor [202] celebra la Santa
Misa. Me sorprendí mucho al ver cuánto
lo amaba el pequeño Niño Jesús. A veces
lo veo con un delantalcito [203] de color.
563
(31)Antes de venir a Vilna
y antes de conocer a este confesor, una vez había visto una iglesia no muy
grande y junto a ella esta Comunidad. El
convento tenía doce celdas, cada religiosa iba a tener su celda
particular. Vi al sacerdote que ayudaba
a arreglar el convento y a quien conocí unos años más tarde, pero ya lo había
conocido en visión. Vi su gran
abnegación en arreglar todo en aquel convento y le ayudaba otro sacerdote que
no he conocido hasta el momento. Vi las
rejas de hierro tapadas con un paño oscuro.
A aquella iglesia las hermanas no iban.
564
El día de la Inmaculada
Concepción de la Virgen. Durante la
Santa Misa oí el susurro de ropas y vi a la Santísima Virgen en un misterioso,
bello resplandor. Tenía una túnica
blanca con una faja (32) azul y me dijo:
Me das una gran alegría adorando a
la Santísima Trinidad por las gracias y los privilegios que me ha concedido, y
desapareció enseguida.
565 Sobre
las penitencias y las mortificaciones.
En el primer lugar están las mortificaciones interiores, pero además
practicaremos las mortificaciones exteriores, definidas exactamente para que
las practiquen todas. Estas son: tres días por semana observaremos el ayuno
estricto. Estos días son: viernes, sábado y miércoles. Cada viernes, durante el tiempo necesario
para rezar el salmo 50, se someterán a la disciplina [204], todas en la misma
hora en sus propias celdas. La hora
indicada, las tres de la tarde, por los pecadores agonizantes. Durante dos grandes ayunos [205], como los
días del trimestre [206], las vigilias [207], la comida consistirá en: una vez al día un trozo de pan y un poco de
agua.
Que cada una trate de practicar estas mortificaciones que están
prescritas (33) para todas, pero si alguna hermana desea algo más, pida el
permiso a la Superiora. Una
mortificación general más: ninguna
hermana puede entrar en la celda de otra sin un permiso especial de la
Superiora, pero la Superiora debe a veces entrar inadvertidamente en las celdas
de las hermanas, no para espiar, sino en el espíritu de amor y responsabilidad
que tiene antes Dios; ninguna cerrará nada con llave, la regla será la llave
general para todas.
566
Un día, después de la Santa
Comunión vi repentinamente al Niño Jesús que estaba junto a mi reclinatorio y
al que se agarraba con las dos manitas.
Aunque era un Niño pequeño, no obstante, me penetró el temor y el miedo,
viendo en Él a mi Juez, Señor y Creador ante cuya santidad tiemblan los
ángeles, y por otra parte, mi alma fue inundada del amor (34) inconcebible y me
pareció que moría bajo su influjo. Ahora
veo que Jesús refuerza primero mi alma y la hace capaz para relacionarme con
Él, porque de otro modo no podría soportar lo que estoy experimentando en este
momento.
567
El comportamiento de las
hermanas para con la Superiora.
Que todas las hermanas respeten a la Superiora como al Señor Jesús
Mismo, tal y como lo mencione hablando del voto de la obediencia. Que se porten con confianza infantil, sin
murmurar nunca ni criticar sus órdenes porque eso desagrada mucho a Dios. Que cada una se guíe por el espíritu de fe
para con las Superioras, que pida con sencillez todo lo que necesite. Dios nos guarde, y que nunca se repita ni
ocurra que alguna de ustedes sea el motivo de tristeza o de lágrimas de la
Superiora. Que cada una sepa que, como
el cuarto mandamiento obliga a los hijos a respetar a los padres, lo mismo se
refiere a la religiosa para con la Superiora.
No es buena (35) la religiosa que se permite y se atreve juzgar a la
Superiora. Que sean sinceras con la
Superiora y le hablen de todo y de sus necesidades con la sencillez de una
niña.
Las hermanas se dirigirán a su Superiora de este modo: le ruego,
Hermana Superiora. Nunca le besaran la
mano, pero cada vez que la encuentren en el pasillo, como también cuando vayan
a la celda de la Superiora, dirán:
Alabado sea Jesucristo, inclinando un poco la cabeza.
Las hermanas entre si dirán:
le ruego, hermana agregando el nombre.
Respecto a la Superiora deben guiarse por el espíritu de la fe y no con
sentimentalismo ni con adulaciones, cosas indignas de una religiosa que la
humillarían mucho. Una religiosa debe
ser libre como una reina y lo será si vive con el espíritu de la fe. Debemos escuchar y respetar a la Superiora no
por ser buena, santa, prudente, no, no por todo esto, sino solamente porque
para nosotros ocupa el lugar de Dios y escuchándola obedecemos a Dios mismo.
568 (36) El
comportamiento de la Superiora para con las hermanas.
La
Superiora debe distinguirse por la humildad y el amor hacia cada hermana, sin
excepción alguna. Que no se deje guiar
por simpatía o por antipatía, sino por el espíritu de Cristo. Debe saber que Dios le pedirá cuenta de cada
hermana. Que no diga sermones a las
hermanas, sino que dé el ejemplo de una profunda humildad y el de negarse a si
misma, ésta será la enseñanza más eficaz para las que dependen de ella. Que sea resuelta, pero nunca brusca; que
tenga paciencia si la cansan con las mismas preguntas, aunque tenga que repetir
cien veces la misma cosa, pero siempre con la misma calma. Que trate de presentir todas las necesidades
de las hermanas sin esperar que le pidan ésta u otra cosa, porque son diversas
las naturalezas de las almas. Si ve que
alguna hermana está triste o doliente, trate de ayudarle de cualquier manera y
de consolarla; que ruegue mucho y pida luz para saber (37) cómo comportarse con
cada una de ellas porque cada alma es un mundo diferente. Dios tiene distintos modos para tratar con
las almas que, a veces, para nosotros, son incomprensibles e inconcebibles, por
eso la Superiora debe ser prudente para no impedir la actuación de Dios en
ningún alma. Que nunca amoneste a las
hermanas cuando está nerviosa, además los reproches deben siempre ir
acompañados por palabras de estimulo.
Hay que dar a conocer al alma su error para que lo reconozca, pero no se
la debe desalentar. La Superiora debe
distinguirse por el amor activo a las hermanas, debe encargarse de todas las
penas para aliviar a las hermanas; que no exija ningunos servicios de las
hermanas, que las respete como a las esposas de Jesús y que esté dispuesta a
servirles tanto de día como de noche; debe más bien pedir que ordenar. Que tenga el corazón abierto a los
sufrimientos de las hermanas y que ella misma estudie y contemple fijamente el
libro abierto, es decir, a Jesús Crucificado.
Que siempre pida con fervor la luz y, especialmente, cuando tenga que
arreglar algo de importancia con alguna (38) hermana. Que se cuide de entrar en el ámbito de sus
conciencias, porque en este campo es el sacerdote que tiene la gracia; pero
sucede que algún alma sienta la necesidad de desahogarse ante la Superiora,
entonces la Superiora puede recibir las confidencias de un alma, pero no se
olvide del secreto, porque nada disgusta más a un alma que cuando se diga a
otros lo que ella dijo en confianza, es decir en secreto. Las mujeres tienen siempre la cabeza débil
respecto a esto; pocas veces se encuentra a una mujer con la mente de
hombre. Procure una profunda unión a
Dios y Dios gobernará a través de
ella. La Virgen santísima será la
Superiora [208] de este convento y nosotras seremos sus hijas fieles.
569 15 XII
1935. Hoy desde muy temprano una fuerza
misteriosa me empuja a obrar, no me deja en paz ni un momento; un ardor
misterioso se ha encendido en mi corazón empujándome a obrar, no logro
dominarlo; es un martirio silencioso conocido solamente a Dios, pero que haga (39)
de mi lo que a Él le agrade; mi corazón está dispuesto a todo. Oh Jesús, mi queridísimo Maestro, no te
alejas de mí ni por un momento. Oh
Jesús, Tu sabes bien lo débil que soy por mi, por eso sé que mi debilidad Te
obliga a estar siempre conmigo.
570 Una vez
vi al Señor Jesús con una túnica clara; eso fue en el invernadero [209]. Escribe
lo que te diré: Mi deleite es unirme a
ti, espero con gran ansia y añoro este momento en que habitaré sacramentalmente
en tu convento. Mi espíritu descansara
en aquel convento, bendeciré especialmente las inmediaciones donde estará el
convento. Por amor hacia ustedes alejaré
todos los castigos que la justicia de Mi Padre administra merecidamente. Hija Mía, he inclinado Mi Corazón hacia tus
suplicas: tu tarea y empeño aquí en la tierra es implorar la
misericordia para (40) el mundo
entero. No encontrará alma ninguna la
justificación hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia y por eso
el primer domingo después de Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes han de hablar a las
almas sobre Mi misericordia infinita. Te
nombro dispensadora de Mi misericordia.
Dile al confesor que la imagen esté expuesta en la iglesia y no en el
convento dentro de la clausura. Por
medio de esta imagen colmaré a las almas con muchas gracias, por eso, que cada
alma tenga acceso a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario