«Noviembre es el mes cuando recordamos a aquellos que partieron de este mundo antes que nosotros. Como vivo a 10 minutos del cementerio de Komarica, cerca de la iglesia de Santiago Apóstol (en Medjugorje), suelo ir a orar allí durante 9 días corridos pidiéndoles a las santas almas que intercedan por gracias muy precisas. ¡Siempre he podido comprobar su poderosa intercesión! Por otra parte la Gospa les ha dicho a Vicka y a Jakov cuando los llevó a visitar el Purgatorio:
“Cuando ustedes oran por las almas del Purgatorio se ganan intercesores que, a su vez, los ayudarán en el transcurso de esta vida, especialmente a no aferrarse a las cosas terrenales…”
En su Diario, santa Faustina cuenta: “En la víspera del día de los difuntos, al atardecer, fui al cementerio. Lo encontré cerrado, pero entreabrí un poco la puerta y dije: ‘Queridas almas si desean de mí alguna cosa, la haré con gusto, dentro de lo que me permite la Regla’. Entonces oí estas palabras: ‘Cumple la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios’. Por la noche aquellas almas me visitaron y me pidieron que orara; recé mucho por ellas… Mientras la procesión volvía del cementerio, vi a una multitud de almas que nos acompañaban a la capilla y rezaban junto con nosotras”. (§ 518 y 519)
He aquí una valiosa oración para obtener de Jesucristo la gracia de una buena muerte:
“Oh divino Corazón de Jesús, concédeme la gracia de vivir siempre según tu voluntad tanto en las horas más bellas, felices e importantes de mi vida como en los momentos difíciles. Concédeme estar siempre preparado para la última hora. Dame la valentía de ofrecerlo todo, hasta mi vida si fuera necesario, por tu amor. Oh Jesús, por tu muy santa y dolorosa Pasión haz que tu venida en el momento de mi muerte me encuentre despierto como un servidor fiel, como un verdadero penitente después de una buena confesión y provisto de los últimos sacramentos. Oh Señor, no me abandones en mi último combate en la Tierra, cuando deberé luchar contra Satanás, quizás enfurecido. Que tu santa Madre y Madre de Misericordia, san Miguel y los ángeles me asistan y protejan contra toda tentación en el momento en que deba dejar este mundo. Que puedan consolarme y fortalecerme en medio de los tormentos. Concédeme, Señor, en aquella hora una fe viva, una esperanza firme, un amor ardiente y una gran paciencia. Haz que plenamente consciente me entregue entre tus manos y me abandone como un pequeño niño en tu santa paz. En tu infinita bondad y tu gran misericordia, oh Jesús, acuérdate de mí. Amén.»
© Children of Medjugorje del mes de noviembre de 2016
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