Santa Faustina Kowalska fue una de las más grandes místicas del siglo XX y de la historia de la Iglesia en general.
Anteriormente hablamos acerca de sus visiones del
infierno y del
purgatorio. ¿Pero sabías que ella también tuvo sorprendentes visiones del cielo?
“Hoy, en espíritu, estuve en el cielo”, escribió en su diario el 27 de noviembre de 1936, “y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperan después de la muerte“.
Como todas sus visiones, esta también considerada como “revelación privada”, y por lo tanto no es vinculante para todos los católicos como sí lo son las revelaciones públicas (Biblia y Tradición). Sin embargo, estas visiones nos pueden ayudar a reforzar nuestra fe.
Esto es lo que ella vio:
“Hoy, en espíritu, estuve en el cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperan después de la muerte. Vi cómo todas las criaturas dan incesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande que es la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las criaturas, haciéndolas felices; y todo honor y gloria que las hizo felices vuelve a la Fuente y ella entran en la profundidad de Dios, contemplan la vida interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nunca entenderán ni penetrarán.
Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero siempre nueva, brotando para hacer felices a todas las criaturas. Ahora comprendo a San Pablo que dijo: Ni el ojo vio, ni oído oyó, ni entró al corazón del hombre, lo que Dios preparó para los que le aman”.
Luego ella escribió acerca de lo que Dios valora más:
“Y Dios me dio a conocer una sola y única cosa que a sus ojos tiene el valor infinito, y éste es el amor de Dios, amor, amor y una vez más amor, y con un acto de amor puro de Dios nada puede compararse. Oh, qué inefables favores Dios concede al alma que lo ama sinceramente.
Oh, felices las almas que ya aquí en la tierra gozan de sus particulares favores, y éstas son las almas pequeñas y humildes”.
También afirmó que la visión de Dios en el cielo no le produjo miedo, sino gozo:
“Esta gran Majestad de Dios que conocí más profundamente, que los espíritus celestes adoran según el grado de la gracia y jerarquía en que se dividen; al ver esta potencia y esta grandeza de Dios, mi alma no fue conmovida por espanto ni por temor, no, no absolutamente no.
Mi alma fue llenada de paz y amor, y cuanto más conozco a Dios tanto más me alegro de que Él sea así. Y gozo inmensamente de su grandeza y me alegro de ser tan pequeña, porque por ser yo tan pequeña, me lleva en sus brazos y me tiene junto a su Corazón”.
Ella dijo que aquella experiencia le hizo sentir compasión por quienes no creen en el cielo:
Oh Dios mío, qué lástima me dan los hombres que no creen en la vida eterna;cuánto ruego por ellos para que los envuelva el rayo de la misericordia y para que Dios los abrace a su seno paterno. Oh amor, oh rey.
El amor no conoce temor, pasa por todos los coros angélicos que hacen guardia delante de su trono. No tiene miedo de nadie; alcanza a Dios y se sumerge en Él como en su único tesoro. El querubín con la espada de fuego que vigila el paraíso, no tiene poder sobre él. Oh, puro amor de Dios, qué inmenso e incomparable eres.
¡Oh, si las almas conocieran Tu fuerza!”. (Diario: La Divina Misericordia en mi alma, 777 – 781)
¡Roguemos para que más almas crean en el cielo y amen a Dios!
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