16-10-2012
Jesús: Querida Marga. Marga, Marga, Marga de mi Corazón de Padre, Corazón de Amor. Sí, hija, has de sufrir pero, ¿qué importa? ¿Qué importa, hija mía, cuando la Causa es el Corazón de Jesús? Como Santa Margarita, entrégate, y sufre por la Causa.
Querida: vais en volandas, ¿no lo notáis? Lánzate a esto sin miedo, como en todo lo que has de emprender. No quiero vincular a ella34 a ningún Movimiento de la Iglesia. Quiero que sea una Obra Universal, que abarque a todos los Movimientos, Órdenes, Prelaturas, Asociaciones, Obispados, el Papado, y los laicos individuales, familias y organizaciones laicales, tanto pequeñas como grandes.
Observa que el Libro abarca a un gran número de fieles diferentes, muy diferentes entre sí, suscitando numerosas iniciativas… Tú tienes que ser muy universal. No es por ti. Es para que se vea el milagro de la “Verdadera Devoción al Corazón de Jesús”, de creer en ella, en mi Corazón, de vivir mi Devoción, tal y como está ahí reflejada.
Tú no te engrías ni te preocupes lo más mínimo. Sólo eres un canal de mi Gracia. ¡A alguien tenía que elegir, hija mía! Y te he elegido a ti. Por eso, atiende cada petición de oraciones y llévalos ante Mí con amor. Lo que quiero es que se distribuya cuanto más se pueda, antes del Día, la “Verdadera Devoción al Corazón de Jesús” porque se acercan tiempos recios, y quiero a mis ovejitas preparadas.
No lo están, no lo están, hija. Falta esto. Mira a España, convulsionada. ¡Da cuanto antes esto, esposa, amada esposa! Dáselo como alimento a mi Iglesia, que muere de hambre, hija mía, muere de hambre. Ahí tienes, en tu despensa, el alimento que les he de dar. ¡Repártelo! Vete en paz, amada.
Has entendido, has entendido bien.
23-10-2012
(Mientras rezaba el Rosario en familia, oí: “Yo veo tu aflicción”)
Jesús: Amada hija, no te atribules. Yo veo tu aflicción. ¡Oh, Dios mío, cómo se nota la Gracia de Dios! Llevo varios días con una negrura impresionante. Que los Mensajes no me dicen nada. Ni las cosas de piedad. Pienso que lo del Libro es una tontería inventada.
Y ya no puedo más. Hoy le he estado pidiendo al Señor fe en esto. Y ahora, mientras rezaba el Rosario en familia, me la ha devuelto. Tengo miedo a días como esos, en los que no crees en nada. Es una tentación horrible. No, hija, hay gente que sufre más que tú.
Para toda esa gente necesito que seas tú consuelo. Te necesito habiendo pasado por las aras del dolor.
34 A esta Causa, a esta Obra de estos Libros.
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