“Dicen los teólogos con san Agustín (lib. S cont. Jul.) que son tres los bienes que trae el matrimonio: «Bonum prolis, bonum fidei et bonum sacramenti».
«Bonum prolis» quiere decir, que el bien de la prole consiste en la procreacion y educacion de los hijos. Este es el fin principal del matrimonio, y los casados que despues de hechas las diligencias impidieren este fin, pecarán gravemente. Es verdad que si de comun consentimiento, digo de comun consentimiento, se quieren abstener de la libertad que les concede su estado, podrán abstenerse, pues nadie les obliga; pero si no se abstienen, y obran contra dicho fin por cualquier motivo ó pretexto por bueno que parezca, será ilícito lo que se haga, segun aquel principio: «Non sunt facienda mala, ut eveniant bona»: no han de hacerse cosas malas para que vengan buenas, y el hacer esto, es por sí mismo malo; ni vale decir que los dos convienen en ello; pues convienen en una cosa que no pueden, y ambos á dos faltarán, y si por parte de uno se pierde, este fallará, y el otro debe procurar impedir en cuanto pueda tan grande mal, y encomendarle muchísimo á Dios y á la Virgen santísima para que se convierta. Esta es la trampa del Demonio con que coge á muchas almas de los casados; de suerte que san Francisco de Sales cuenta, que una persona vió bajar á los infiernos á muchos maridos y mujeres por pecados cometidos en el matrimonio. Tambien san Alfonso Mª de Ligorio refiere, segun el Padre Razz, que una mujer casada se apareció á una hija suya, diciendoie que estaba condenada por pecados que babia cometido en el matrimonio, y no se habia confesado de ellos. Teman los casados que con sus matrimonios imitan á Her y Onan, no sean como ellos castigados, pues Dios en el mismo acto les quitó la vida y los echó á los infiernos. ¡Oh, cuántos casados por este motivo tienen desgracias en sus casas, miserias, enfermedades y muertes en sus personas y en las de sus hijos! Así como el Señor puso límites al mar, tambien los ha puesto al estado del matrimonio, y el traspasarlos es pecaminoso y castigado por Dios.
«Bonum fidei» quiere decir, que los casados se han de guardar fidelidad mútuamente, sin fallar á ella en pensamiento, palabra, obra ni delectacion morosa: esta es la conducta que deben observarlos cristianos y la que con toda escrupulosidad observaban los primitivos fieles; de modo que el grande Tertuliano en sus Apologías, echando en cara sus vicios á los gentiles, les decía:
- No son los casados cristianos como vosotros: ellos una vez casados, ya no se acuerdan de otra persona del mundo: «Christianus uxori suae soli masculus nascitur».
Mas en el dia ¡cuánto han degenerado de aquellos siglos de oro los cristianos! cuando vemos casados cometer los mas horribles adulterios, despreciando todas las leyes, sin pararse en la fama, honor, riquezas, salud; atropellándolo todo á modo de fieras; abandonando esposa é hijos, y sumergiéndose en una profunda guerra doméstica.
A veces sucede que tienen mujeres hermosas (de las que son indignos) dotadas de gracias naturales y sobrenaturales, y se abrazan con la inmundicia, segun dice Jeremías: «Qui nutriebantur in croceis, amplexati sunt stercora»; ó segun san Pedro, como puercos é inmundos animales están revolcándose en la inmundicia; pues inmundicia en el camino llama el Espíritu Santo á la mujer fornicaria: «Mulier fornicaria quasi stercus in vía».
¡Oh, qué pecado es el adulterio!… Dios nuestro Señor en el Génesis le llama pecado grande: por Oseas dice, que es pecado profundo, y por Job, que es la iniquidad máxima. ¿Y qué castigos no merecerá? Si Dios castigó con extraordinarios castigos á Faraon gentil y á toda su casa, por haber deseado la mujer de Ábrahan. ¿cuánto mas castigará al cristiano adúltero? Hasta los gentiles miraban con tal horror esta maldad y la castigaban tan severamente, que espanta leerlas historias. En ellas se halla que los fénedos tanto al adúltero como á la adúltera les cortaban la cabeza; y lo mismo hacian los árabes: los judíos antiguamente los quemaban vivos, y despues mandó Dios por Moisés, que por todo el pueblo habian de ser muertos á pedradas: los partos á ningun reo trataban con tanto rigor como al adúltero: en Egipto el rey Sesostris II los hacia quemar vivos: en la Germania se castigaba al adúltero con tanta severidad, que se guardaban muchísimo de cometer tal delito.
¡Cosa extraña!… unas naciones bárbaras é indisciplinadas así castigaban los adulterios, ¿y en el dia gente sábia, disciplinada, cristiana y que hace profesion de virtud, mirará sin horror este monstruoso crimen del adulterio, y no será castigado?
¿Que faltan leyes? ¿que no hay tribunales?… No faltan leyes, tribunales hay: es porque tan grande es el delito, que Dios por sí mismo lo quiere juzgar, como dice el apóstol san Pablo: «Adulteros judicabit Deus» (Hebr. XIII , 4); y el castigo será temporal y eterno, como dice en diversos lugares de la Escritura santa. Por tanto, es preciso rechazar al momento los primeros síntomas de la tentacion, y tener presente el consejo que da san Juan Crisóstomo, quien dice:
- Oh, maridos, si alguna vez quereis manchar la pureza de vuestro tálamo marital con alguna extraña beldad, decid inmediatamente: márchate, desgraciada criatura, mi cuerpo no es mio, es de mi mujer.
- Y vosotras, mujeres, si fuéreis buscadas de alguno menos honesto, decid al momento: vete, infame tentador, mi cuerpo no es mio, únicamente es de mi marido.
¡Ay de unos y otras si faltan á la fidelidad!…
«Bonum Sacramenti» quiere decir, que vivan juntos hasta la muerte, ¡ay de los que se divorcian!… desgraciado del que da causa á ello, ¡qué pecados se siguen de aquí!, ¡qué pérdidas! Se pierden los hijos con este mal ejemplo de los padres: se pierden los patrimonios mas pingües, porque cada uno se hace su bolsa. Pleitean el uno contra el otro; ¡qué gastos! verificándose lo que dice el santo Evangelio: «Domus in se divisa desolabitur» (Matth. XII, 25): aquella casa en que reina tal division, se perderá, y no solo se perderá la casa, sí que tambien perderán la fama, el honor, la castidad, la caridad… ¡qué odios!
¡Oh! cuán bien dice el adagio: Casados separados, cuéntalos condenados. Una casa ó familia se ha de considerar como una barca: aunque esta se compone de diferentes clases de maderas, como encina, roble, pino, etc., si todas están en su lugar y bien unidas, forman un solo casco en que no entran las aguas del mar, y los comerciantes con sus ricas mercancías llegan felizmente al puerto; pero si las piezas, si las tablas se desunieran, entrarían dentro las aguas, y comerciantes y géneros todo iria á pique; lo propio pasa en una casa, si todos los que la componen, aunque sean de diferentes genios, si por la mortificacion se sufren y por la caridad están bien unidos, no entrarán, no, las aguas amargas de las disensiones en esa barca doméstica, sino que todos llegarán ricos de méritos y prosperidades temporales y espirituales al puerto de la felicidad de la gloria: pero ¡ay dolor! si empiezan á no quererse sufrir, si llegan á dividirse ó separarse unos de otros, ¡qué raudales de aguas amargas entrarán por esas rendijas! y lo peor es que no llegarán al puerto de la gloria, sino que irán á pique con sus temporalidades, y sus almas serán sumergidas en el mar del Infierno.”
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