Por Carmen Pérez Rodríguez
Aspiramos a una alegría infinita, a un placer hasta el extremo, a una plenitud sin límites. Pero donde no hay Dios no se nos puede conceder, no es posible. Cada uno de nosotros necesita vivir y poner de manifiesto que lo que anhelamos solo puede provenir de Dios y en Dios.
No es posible la vida auténticamente humana con el materialismo y reduccionismo de: esto es sota, caballo y rey. Cuando una cosa es obvia, clara, inamovible se dice: esto es sota, caballo y rey. Esa secuencia siempre fija, siempre igual. Pues desde luego la vida humana no es el “sota, caballo y rey”. Necesitamos constantemente ver lo que supone y cual es el sentido de por qué y para qué estamos aquí. Por eso hoy presento la invitación que nos ha hecho el Papa Benedicto XVI para vivir el tiempo cuaresmal, y que a mí me lo está haciendo reconocer. Me ha hecho reflexionar y por eso quiero compartirlo con Vds. Siento que Benedicto XVI no habla nunca de memoria, no dice cosas para salir del paso, o porque es “lo que toca” como Papa de la Iglesia. Tiempo bautismal, así ha llamado el Papa a la Cuaresma. Todos somos conscientes de que cada cosa requiere su tiempo. Una relación de amistad se vive y requiere de todos los momentos, de todos los tiempos. En nuestra vida hay distintos “tiempos” de los que necesitamos. Las temporadas del año marcan el tiempo. Nuestro reloj ahora misma está marcando tiempo. Pues la cuaresma, nos dice el Papa, es tiempo bautismal.
Es muy real ese capítulo del Eclesiastés sabre el sentido del tiempo. Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Tiempo de nacer, tiempo de morir, tiempo de plantar, tiempo de arrancar, tiempo de curar, tiempo de esperar, tiempo de gozar, tiempo de aceptar, tiempo de callar, tiempo de orar. Esto es evidente, y parece imposible que alguien esté en desacuerdo. Pero lo olvidamos. Y sobre todo en la vida que exige y requiere la fe que decimos tener. ¿Cómo se puede decir que se tiene fe en Jesucristo y no vivir de la relación de amistad que implica con todas sus consecuencias, sin excluir nada, absolutamente nada? Por eso el Papa ha llamado a la Cuaresma “tiempo bautismal” porque en este tiempo la Iglesia se une particularmente a situaciones muy concretas del misterio de Cristo, como es por ejemplo al comienzo el hecho de las tentaciones de Jesús en el desierto, que recapitulan toda nuestra historia de conversión y de respuesta a lo que nos acontece y decidimos vivir. Es tiempo de volver a las raíces de nuestra vida cristiana, y no irnos por las ramas.
Siempre Benedicto XVI nos invita a ir al fondo dentro de nosotros mismos, para encontrar lo que fortalece el corazón, nos da la verdadera alegría y muestra el sentido de la vida. Con esta sencilla expresión nos invita a reconocer el inicio de la vida cristiana, lo que implica la conversión, y encuentro con Jesucristo. Tiempo bautismal porque es el tiempo de vivir los fundamentos de la vida cristiana. He vuelto a nacer, decimos en momentos críticos de nuestra vida. Pues eso es el bautismo: renacer.
Los símbolos de la fe más antiguos son los bautismales. Y el misterio central de la fe y de la vida del cristiano es el misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos revela el modo de ser de Dios. Los cristianos somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos sabemos que el bautismo es un rito de iniciación o de purificación común en varias y diferentes religiones. En concreto, el bautismo cristiano consiste en una determinada aplicación del agua sobre una persona, invocando a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y por tanto al presentar el misterio de Dios en ese inicio de la nueva vida que comienza, del nuevo camino, se presenta el modo de relacionarse Dios con el hombre: como Padre, como Hijo que se hace uno de nosotros. y como el Espíritu que alienta nuestra vida.
Aquí está ahora nuestro tiempo bautismal, diario y real, para vivirlo. Y Benedicto XVI nos da una panorámica. Porque es tiempo bautismal se nos invita en la primera semana, como veíamos al comienzo, a subrayar nuestra condición de hombres en esta tierra, tomar conciencia de nuestra propia fragilidad. Paso a paso, somos llevados aparte, como Pedro, Santiago y Juan, para acoger nuevamente a Cristo. Cada uno ha de salir de la vida diaria y encontrar el tiempo de sumergirse en la presencia de Dios. El deseo de la samaritana, del don del agua que brota hasta la vida eterna, es una necesidad de la que hemos de ser conscientes. Y además, reconocer en nosotros la imperiosa realidad de ser adorador verdadero, hombre capaz de orar al Padre en espíritu y en verdad. Después, Cristo, luz del mundo, nos interpelará a cada uno de nosotros, como al ciego, a preguntar si creemos en el Hijo del hombre. La afirmación, llena de alegría del ciego, da voz a todo creyente.
Este es el tiempo bautismal para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer a Jesús como nuestro único salvador. Es un tiempo de purificación, de renovación interior. Pero cada uno es el verdadero dueño de su tiempo. El tiempo es siempre valioso e importante para vivirlo con el compromiso que requiere el aquí y el ahora, que configura nuestra vida. Vivir la vida que se nos transmitió en el bautismo, y que expresa desde el principio la gratuidad en nuestra relación con Dios. Es hora de hacer consciente esta vida y esta relación. El bautismo no es un rito de algo pasado, insiste el Papa, es el encuentro con Cristo que configura nuestra vida. Un acto decisivo para toda nuestra existencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario