(Lv 19, 1-2. 11-18; Sal 18; Mt 25, 31-46)
Texto para meditar
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."
Reflexión
Hace unos días, en Sevilla, un grupo de matrimonios me preguntaba: “¿Cómo descubrir belleza y presencia divinas en los rostros de quienes viven en la marginalidad o producen miedo? Les respondía que también a mí me costaba atravesar la barrera del semblante externo y que en muchos momentos sentía incomodidad, pero de lo que estaba seguro es de que en los rostros de los pobres se nos revela la presencia de Cristo y quien supera la frontera de la apariencia y llega a amar a los que por naturaleza rechaza, goza del privilegio de amar al mismo Jesucristo.
El sufrimiento, la prueba, el dolor que padecen son verdaderos sacramentos. En ellos es posible vivir la experiencia del trato más inmediato con el misterio divino; evocan en parte aquella respuesta que Dios dio a Moisés: “Mi rostro no lo verás, sólo podrás ver mis espaldas”.
Hoy se nos revela una de las señales por las que se nos debería conocer a los cristianos, pero sorprendentemente, hay muchas personas de bien que hacen obras de misericordia, sin saber que en el otro se esconde la persona de Cristo.
Oración
Señor, danos la sagacidad de descubrirte en los más necesitados y menesterosos, y si nos has revelado tu presencia en los más pobres, que los que tenemos noticia por el Evangelio de la dignidad de todo ser humano, seamos signo, en medio de nuestra sociedad, de amor y respeto a todos, especialmente a los más débiles.
Propuesta
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor."
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