MARÍA JOSÉ / NOVO | ACTUALIZADO 18.03.2011 - 01:00ESTAMOS inmersos en unos días muy importantes para los cristianos. La Cuaresma es período de oración, escucha, arrepentimiento, perdón y reconciliación para cambiar algo de nosotros y poder ser mejores personas y una etapa de conversión para la vida nueva que viene.
Además, como cristianos y cofrades estamos en época de sacrificio y trabajo para que nuestros titulares luzcan espléndidos por las calles de nuestra ciudad. Como mujer cofrade quiero destacar a la mujer más importante de la Historia, la Virgen María, nuestra Madre.
Ella es un modelo a seguir, pues fue discípulo de Jesús y vivió la Cuaresma caminando también hacia la Cruz, siempre compañera de su hijo, obedeciendo la voluntad del Padre, viviendo su vida con entrega. Desde el momento de la Inmaculada Concepción, bajo la Gracia y el Amor Hermoso, Ella Reina de Todos los Santos nos enseña que bajo sus Lágrimas de Amargura, por la Pena, la Angustia y el Desconsuelo por el Mayor Dolor del Buen Fin, no estamos Desamparados, que por la Caridad, el Amparo y la Piedad de nuestro Padre nos lleva a la Esperanza de la Luz siempre en compañía, nunca en Soledad y con el Patrocinio de nuestra Madre, llámese Salud, Trinidad, Dolores, Rosario, Victoria o sólo María.
Nosotros, como siempre, hemos de intentar vivir estos días que nos quedan de Cuaresma con los ojos de la Virgen, con su profundidad, meditando en nuestros corazones, sabiendo que si lo hacemos así, estaremos muy cerca de Ella, viviendo rotundamente la Semana Santa y la Pascua como un momento precioso de renovación.
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