En Estrasburgo, el Tribunal Europeo de DDHH declaró legal la instalación de cruces en las escuelas italianas públicas. De esa manera abolió una decisión suya de primera instancia, aprobada en noviembre de 2009, y que desató protestas en la sociedad italiana. El presente fallo reviste carácter definitivo.
Historia del problema
El caso en el tribunal de Estrasburgo fue promovido por Soila Lautsi, ciudadana italiana de origen finlandés. Soila Lautsi consideró que la existencia de símbolos cristianos en una escuela fiscal, en la que estudiaban sus hijos, constituye la imposición a ellos de determinadas ideas religiosas. Los jueces italianos decidieron que Lautsi no está en la razón porque, la cruz es parte inalienable de la cultura multisecular del país, de su identidad, asentada en los valores cristianos. El 90% de los ciudadanos italianos es católico, e incluso aquellos que no cumplen los preceptos de la Iglesia, en su mayoría sienten respeto por las tradiciones de su pueblo. Las cruces se encuentran en las escuelas italianas de acuerdo con la ley que rige hace ya cerca de un siglo. Pero, el Tribunal de Estrasburgo tuvo en un comienzo una postura contraria, estimando que la existencia de cruces en las escuelas atropella la Convención Europea de DDHH, ka que está obligada a hacer cumplir. En particular, la cruz puede “influir emocionalmente en aquellos que profesan otros credos religiosos o es ateo”. A Italia se le ordenó que retirase las cruces de las escuelas estatales y, pagar a Soila Lautsi una compensación de cinco mil euros. Hasta 1985, el catolicismo tenía en el país el estatus de confesión estatal, pero esto es ya cuestión del pasado. Parece que la demanda de Soila Lautsi es parte de la polémica, que en Italia adquirió carácter agudo, entre los partidarios de las ideas tradicionales y los ateos activos.
La cohesión confesional
El fallo del Tribunal Europeo, emitido en 2009, desató la indignación en distintas capas de la sociedad italiana. El gobierno de Italia lo apeló inmediatamente afirmando que, “la eliminación de las cruces de las paredes de los establecimientos escolares, tomando en consideración el contexto histórico y cultural del país causará un daño a los sentimientos religiosos de los creyentes”. Ningún partido político de Italia respaldó ese fallo del tribunal. El Senado italiano, en el que predominan las fuerzas derechistas, incluso emocionalmente instaron a los países de Europa a disolver el Tribunal Europeo como una institución innecesaria que impone convicciones ultraizquierdistas. La Santa Sede definió la medida de “errada y miope”. El portavoz del Vaticano, Federico Lombarda, declaró que el tribunal “se entrometió burdamente en un caso vinculado profundamente a la identidad histórica, cultural y espiritual del pueblo italiano”. Treinta y siete profesores de derecho de 11 países enviaron sus comentarios a Estrasburgo, instando al Tribunal a abolir su fallo. Es mas, por primera vez en la historia del Tribunal de Estrasburgo, a la apelación de las autoridades italianas se sumaron unos cuantos países. Rusia, Armenia, Bulgaria, Chipre, Grecia, Lituania, Malta, San marino, insistieron en su participación en el proceso como “terceras partes”. En cuatro de ellos domina la Iglesia Ortodoxa, en tres la Católica, y en Armenia, la armenio-gregoriana. Otros dos países, Rumania y Mónaco respaldaron también a los italianos, pero no alcanzaron a tramitar los documentos para participar en el proceso.
La inquietud de los representantes de estos Estados es comprensible: el precedente italiano puede ser aprovechado en otros países, que reconocen la jurisdicción de la Corte Europea. Ello preocupa también a la Iglesia Ortodoxa Rusa. En diciembre de 2009, el Patriarca de Moscú y de Toda Rusia, Kirill declaró que, en las labores del Tribunal de Estrasburgo “a veces tiene lugar el uso parcial de algunas interpretaciones de derechos individuales, en desmedro de los derechos colectivos, de las organizaciones religiosas tradicionales, arraigados en la historia y la cultura de los pueblos europeos”. Así las cosas, la decisión inicial del Tribunal Europeo fue un motivo mas para la cooperación entre católicos y ortodoxos, que se desarrolla después de la elección del Papa Benedicto XVI y del Patriarca Kirill. Esta cooperación no está vinculada a los planes de la unión de las Iglesias, pues las diferencias confesionales siguen siendo sustanciales, y cada Iglesia tiene su historia y particularidades doctrinarias. Pero, es posible, e incluso indispensable, la colaboración en el campo de la defensa de los valores morales y los derechos de los creyentes, del mantenimiento de las tradiciones culturales asentadas en la de cristiana.
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