24-05-1999
Virgen: ¡No ahoguéis el Espíritu! Habrá grandes apóstatas155 y grandes santos. ¿Entre cuáles queréis estar? Recibid al Espíritu. Que desaparezca vuestro hombre viejo. Morid a vosotros mismos. Yo ahora os preparo a morir a vosotros mismos, ¿no os dais cuenta? ¡Quered todo lo que quiera Dios! Lo de Dios no son caprichos, lo vuestro sí. Lo de Dios es Amor Infinito a sus criaturas y dádivas amorosas para que vayan a El, asciendan a su perfección. ¡Qué poco conocéis el Amor de Dios, el Don de Dios! ¡A pesar de llamaros “los suyos”! Y si los suyos no le reconocen, ¿quién te reconocerá, oh, Dios mío? ¡Todavía no envíes tu Ira! Déjame prepararlos otro poco más. Oh, Dios, detén tu Mano contra tu perversa humanidad, que reniega y aborrece tu Nombre Santo. Déjame que Yo te prepare un Resto puro y abnegado, un Resto pulido en el crisol del sacrificio. Tu Resto fiel.
¡Escuchad a vuestra Madre!, preparaos, morid a vosotros mismos. ¡Estáis tan llenos de vosotros! ¡Llenaos de Dios! Queréis gozar y deberíais querer sólo sufrir, pues la hora se acerca y muchos no podréis resistir, debido a vuestra regalada vida anterior, de la cual no os enmendasteis.
Enmendaos. Aceptad mi Cruz y tomad la de Cristo. Queréis cargar con la de Cristo y cuando llega el momento, la arrojáis al suelo, rechazándola de vosotros. Quien pretenda salvarse solo, se condenará. Dad la vida por los pecadores y os salvaréis. En la Mesa del Sacrificio no hay víctimas y las pocas que hay, vuelven a salirse por su propio pié en el momento de la verdad. Vosotros sois vuestro peor enemigo. Morid, morid a vosotros mismos. ¿Habéis preguntado por los gustos de Dios? Escuchad, escuchadle, habla en el silencio. Haced silencio. ¡Tanto ruido en vuestras almas! Escuchad..., escuchad... 156
Jesús: ¡Qué poco comprendéis el Amor que os tengo! Creéis que, como sois miseria, repugnáis a vuestro Dios. Pues nada más lejos de esto. Porque sois miseria, me agacho a recogeros; porque sois débiles criaturas, sois un reclamo para mi Corazón ardiente de Amor, que busca a quién consumir, y os busca para unirse a vosotros por la eternidad. Yo busco, llamo, atraigo con mil lazos de Amor, derramo mis Beneficios, os doy mis Dones, me muestro a vosotros.
¿Y qué recibo? Que cada uno examine cómo trata a este Mendigo de vuestro amor, que os ha amado tanto, que se ha abajado a hacerse Hombre, sufrió el suplicio máximo, y se queda a vuestro lado, tan pequeño, que está a merced de vuestros propios sacrilegios y abominaciones, locos por el odio, incapaces de amar, ciegos para la Verdad, sordos para la Fe.
¿Sabes lo que es que me pase toda la vida de un hombre sobre la tierra llamándole a mi Amor, a su conversión, y que finalicen sus días y se precipite a sí mismo al abismo eterno? ¡Y mi Sacrificio no sirvió para todos! Oh dolor angustioso de mi Eterno Corazón. Las almas se condenan, ¡hoy más que nunca! Yo contemplo a los míos repletos de mis Gracias para que se dirijan a la batalla, y los encuentro jugando, creyendo que todo es un juego, mirándose al espejo para comprobar si sus posturas son las correctas.
¡Cuando mis hijos se condenan a su lado! ¡Y les dejaron precipitarse deliberadamente sus propios hermanos mayores! Responsables de vuestros pequeños: Yo, el último día, os pediré cuentas y os diré: ¿Dónde están los que deberían haberse salvado por vuestro medio? Porque contaré entre mis elegidos y no encontraré a todos. El mundo camina hacia su autodestrucción, hacia su condenación. Ciegos, chocarán contra el muro.
¡Advertidles! Miradme, que Yo ya me encuentro exhausto y debilitado. Mirad que comienza ya mi Flagelación. Me tienen atado a la columna. Sed vosotros mis Manos para bendecir, para perdonar, para abrazar, para señalar el Camino, para trabajar por las cosas de mi Padre. Sed Yo, acudid al grito de vuestros pobres hermanos que agonizan en el borde de vuestros caminos. Bajad del carruaje y atendedlos.
¡Perecen!, perecen cada segundo, y no hay Vida de la Gracia, no hay ya Verdadera Vida en Dios en esta mi tierra, a la que Yo redimí. Que mi Sacrificio no sea en vano para todos.
Continuad, continuad. Aquí, en mi Pecho: ¡Sed flagelados! Adorad este camino que Yo os preparé desde la eternidad. Venid y no me dejéis solo, no me abandonéis también vosotros. Mi Corazón necesita en quién apoyarse. Busco, miro.
¿Quién me dará cobijo? ¿Quién compartirá mi dolor? ¿Quién me hará este peso más llevadero? ¡Venid todos! Me han conducido a la tortura. ¿Iré solo?
Mi Alma se ahoga en la soledad, pero si os busco y estáis todos aquí, en mi Corazón, podré soportar todo esto. Me daréis fuerza y compartiré con vosotros mi peso, que llevo por la humanidad.
155 En la Iglesia
156 Habla bajito, con Dulzura
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