Por Pbro. LAUREANO ORDOSGOITIA GONZÁLEZ
Conviene precisar: ¿porqué cuaresma?, ¿por qué una cruz?, ¿por qué de ceniza?, ¿por qué en la frente? Entonces estaríamos encontrando o renovando las razones de alguna de nuestras cuestiones de fe.
Los cuarenta días con sus cuarenta noches del diluvio universal con el que Dios recrea el Universo; los cuarenta años del pueblo de Dios por el desierto en busca de la libertad, la tierra prometida los cuarenta días con sus cuarenta noches de Moisés en lo alto del monte Sinaí recibiendo las leyes que regirán al pueblo; los cuarenta días que espera María para presentar su niño al templo; los cuarenta días con sus cuarenta noches de Jesús soportando tentaciones en el desierto y sus cuarenta horas sepultado en el seno de la tierra como los cuarenta días que durara apareciéndose resucitadamente a las gentes nos hablan de cuaresma.
Aquí el señor Jesús nos invita durante cuarenta días al ayuno, la oración y la limosna. Aspectos estos que demarcan el orden relacional del hombre consigo mismo (ayuno), su relación vertical cuando se dirige a Dios (oración), su relación horizontal al relacionarse con el desposeído o necesitado (limosna), para trazar el signo de la cruz.
La ceniza es un presente de lo pasado. La ceniza habla por si sola. Ella dice aquí hubo fuego, aquí hubo purificación, aquí se empieza una vida nueva. En la frente la tendremos pendiente, nunca la olvidaremos.
Permaneceremos atentos y vigilantes. Sabremos que una mejor vida nos aguarda, la esperamos con certeza. Signados seremos tenidos en cuenta por el Señor. Y nos invitará a una renovación constante que pasa por la pasión, que muere en la muerte y resucita a una vida mejor.
Estas apreciaciones nos han de introducir con esmerado anhelo de cambio para el tiempo cuaresmal en el que la cruz de Cristo con que volveremos a ser señalados produzca en nosotros renovada actitud espiritual para el fortalecimiento de las relaciones entre nosotros (trazado horizontal) y con Dios (línea vertical).
Sabremos que armonización de nuestras relaciones divinas (con Dios), las humanas (con los hombres) obtendremos las mejores relaciones cristianas en las que se asegura un mundo mejor: armonía, justicia, paz, progreso y prosperidad.
Daremos el paso que necesitamos, celebraremos la pascua que nos coloca mas allá de las cosas: junto a Dios. Y vamos esmeradamente nuestro tiempo cuaresmal.
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